CAPÍTULO 32
Hemos sido criadas en una familia católica y muy religiosa. Vamos a la iglesia más de tres veces por semana y cada vez que mis padres vienen de viaje, vamos todos juntos a rezar, a agradecerle a Dios todo el éxito que están teniendo en su fábrica de textiles y por permitirnos vivir en una nueva mansión aquí en el tranquilo y solitario distrito de Belgravia.

Mis padres no mueven un pie sin agradecerle a los santos y querubines, no llevan un bocado de comida a su boca sin agradecerle a Dios y hasta tienen un altar de la virgen en la fábrica. Me han castigado hasta el cansancio y sueñan con que acabe el año para enviarme al internado. ¿Cómo podría yo decirles que estoy embarazada? La idea de verme vagando en las calles se repite una y otra vez en mi mente.

—Siento decepcionarte, hermanita… —Bajo la cabeza—. Pero no puedo decirte quién es el padre, quizá más adelante.

Susurro por lo bajo. No puedo decirle que nuestro tutor Derek es el futuro padre, ella no me lo perdonaría.

—Viéndote b
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