María Dolores parpadeó, su corazón se detuvo por milésimas de segundos al darse cuenta de que se quedaría detenida.
—¡Yo soy inocente! —exclamó—. A mí me secuestraron, y ese infeliz se cayó solo al barranco.
—Eso es lo que debemos investigar, señora —dijo el fiscal, entonces ordenó a los guardias que esposaran a Lolita y se la llevaran a la celda.
Cuando la puerta de la oficina se abrió Alex de inmediato se acercó, palideció al ver a María Dolores con las esposas en las manos.
—¿Qué significa esto? —cuestionó gruñendo.
El abogado se aproximó a él.
—Señor Vidal, son las normas, mientras se realizan las pericias la señora Beltrán y el agente López deben permanecer retenidos por cuarenta y ocho horas —puntualizó.
—¡No puede ser! —exclamó y enseguida se aproximó a Lolita—. Lo lamento —susurró pegando su frente a la de ella.
—Yo más —respondió ella—, por favor cuida a Emma.
—Así lo haré —informó él.
En ese momento la niña al escuchar voces abrió sus ojos, pues se había q