Una vez que Evana cerró la llamada, Ignacio no perdió tiempo en volver a rodearla con sus brazos, ella se sorprendió, pero cuando él besó el lóbulo de su oreja el estremecimiento fue inevitable.
–Te hice una propuesta.
–¿Puedo pensarlo un poco?
–Sí claro, tengo que aceptar tus dudas, debo admitir que no sea fácil para ti confiar en mí de buenas a primeras, pero mi corazón está en tus manos, te lo entrego, ahora tú decides si lo conservas o lo rompes, ya yo no lo quiero porque si no es para amarte, no lo necesito.
A Evana se le cristalizaron los ojos con esa declaración, sintió un nudo en su garganta y solo pudo bajar la vista, abrumada por lo que él decía y por sus propios sentimientos.
Sabía que lo amaba, sabía que ese sentimiento por él solo estuvo dormido y ahora había despertado con mucha fuerza, ¿debía confiar?, ¿podría creerle?, ¿la amaba realmente o era su consuelo por haber perdido a Alya?, todas esas interrogantes la atormentaban, aunque al