Capítulo 5

El avance y la superación de Evana pronto llegaron a las revistas empresariales, aun cuando ella no concedía ninguna entrevista era objeto de muchos artículos porque había logrado acuerdos internacionales que catapultaban su empresa de seguridad no solamente como la más importante, sino la más poderosa en cuanto al alcance de sus servicios.

La seguridad de varios jefes de estado estaba a cargo de Security Wellington, una división que ella había creado específicamente para personal de alto perfil y alto riesgo.

Su personal era cuidadosamente seleccionado y conformaban una élite extraordinariamente preparada, contratarlos era toda una odisea y eso solo sumaba intriga y curiosidad hacia ella.

En Nueva York, otro CEO exitoso leía sobre ella y comentaba en solitario:

–Evana Wellington, así que ese es tu nuevo apellido, buscaste sombra bajo un árbol muy frondoso, con razón no te importó llevarte ninguna de tus pertenencias ya tenías quien te comprara trajes y joyas nuevas. ¿Desde cuando estabas con él? ¿Te atreviste a engañarme?

–Cielo, esta tarjeta no me funcionó –manifestó Alya entrando abruptamente a su oficina con una tarjeta de crédito en la mano.

–Debes haber sobrepasado el límite otra vez y tienen orden de bloquearla si eso sucede.

–¿Límite? ¿Le pusiste límite a mi tarjeta de crédito? ¿Por qué?

–Porque la usas indiscriminadamente Alya, ¿qué quieres comprar ahora?

–Cosas que necesito.

–¿Necesitas? No necesitas nada Alya, tienes percheros llenos de trajes con etiquetas, zapatos que nunca has sacado de sus empaques, joyas que en dos vidas no usarías, entonces ¿qué cosas necesitas?

–Unas cremas, te gusta la suavidad de mi piel, ¿no?, bueno eso se logra con cremas.

–Arréglatelas con las que tienes.

–¿Qué te pasa? ¿Qué te importa que gaste unos cuantos dólares?

–No son unos cuantos dólares Alya, te gastas una fortuna cada mes, diez familias vivirían con lo que te gastas en una tarde.

–Hablaré con tu madre –anunció y salió haciendo mucho ruido con sus tacones de marca.

Ignacio llevó las manos a su rostro y los frotó con frustración, no era feliz, todo había sido un espejismo y estaba atrapado totalmente.

***

Seis años después

Todas las oficinas de Empresas Wellington estaban manifestando el entusiasmo por la celebración del 75 aniversario de la empresa, había carteles y artículos de oficina alegóricos por todas partes.

            –Esto será grande –señalaba Evana a través de la pantalla del celular de su hermano.

            –Así es, ¿qué decidiste?

            –Irán los gemelos con sus niñeras.

            –Ya han pasado seis años.

            –Lo sé, pero no tengo tanta entereza como pretendo si se trata de estar en la misma ciudad.

            –Quisiera tener el poder de borrarlo de tu mente.

            –Ojalá lo tuvieras, me hubieras ahorrado muchas noches de insomnio.

            –Bien, entonces prepáralos y mándalos en el jet, yo no puedo ir por ellos.

            –Irán con escolta, no obstante, todavía pienso que pudiste haber hecho ese evento aquí.

            –No, el evento tenía que hacerse donde nació todo y eso fue en Nueva York, donde llegó nuestro abuelo y fundó lo que llamaba su modesta compañía.

            –Está bien, pero tenía que intentarlo… entiéndeme.

La anhelada fecha de la celebración llegó, habría mucha cobertura de los medios de comunicación, todos se disputaban una exclusiva, debido a que por primera vez en mucho tiempo tendrían ante ellos algo más que reseñas, se rumoraba que el propio CEO de empresas Wellington se dirigiría al público.

Ese anuncio había generado mucha expectativa, así que cuando una limosina se detuvo frente a la alfombra roja dispuesta para la entrada de los invitados al evento, todos contuvieron la respiración y los más osados prepararon sus cámaras.

Un chofer trajeado descendió y abrió la puerta trasera, primero vieron aparecer a Tiberius Wellington Parker, quien llenó el espacio, su presencia avasallante hizo suspirar a las mujeres y tragar grueso a los hombres quienes sentían admiración e intimidación a partes iguales.

Seguidamente salió un niño rubio, elegante y muy hermoso, de inmediato se le unió otro niño idéntico; solo sus trajes los diferenciaban ya que uno tenía un esmoquin completo en negro y el otro un esmoquin combinando el saco blanco y el pantalón negro.

Los niños sonreían y agitaban sus manitos, deslumbrados por la gente que los esperaban, el adulto no, apenas hizo algunas inclinaciones de cabeza a modo de saludo, no se detuvo; con pasos firmes y seguros caminó por la alfombra con ellos tomados de sus manos, ingresó al lugar del evento y dejó a todos con el sabor amargo de su ausencia.

Ignacio asistió, por supuesto acompañado de Alya, una de sus divisiones era proveedora de Wellington, así que recibió una invitación al evento, se ubicó en un lugar estratégico desde donde observaba el escenario en el cual se presentaría Tiberius.

Algo lo tenía anclado allí con la vista fija en el podio, los latidos irregulares de su pecho lo mantenían en alerta, ese presentimiento de que algo grande estaba por suceder no lo abandonaba.

Alya hablaba sin parar y no dejaba de postear en su teléfono, hasta que uno de los guardias le advirtió que si no tenía pase de prensa no podía seguir grabando a los asistentes.

            –Ignacio, dile algo.

            –Tiene razón y no se preocupe –dijo él quitándole el teléfono a su esposa y guardándolo en el bolsillo interno de su saco.

            –Ignacio, mis fans esperan que les cuente todo sobre esta noche.

            –Ya no más.

Enseguida las luces descendieron y un foco se iluminó sobre el podio donde pronto apareció Tiberius Wellington con los gemelos, quienes se colocaron uno a cada lado de él.

            –Buenas noches, gracias por celebrar con empresas Wellington el aniversario número setenta y cinco de su fundación. Me acompañan en esta fecha tan especial Adrián y George Wellington herederos y sucesores del legado de mi abuelo Franklin Wellington, el que espero esté muy orgulloso de lo que hemos logrado. Gracias y brindemos por setenta y cinco años más –concluyó alzando una copa de champaña.

Los asistentes alzaron sus copas, brindaron y seguidamente estallaron en aplausos, la celebración contaba con presentaciones en vivo de cantantes internacionales, una exquisita cena y obsequios personalizados para cada uno de los asistentes.

            –Guau, es un reloj costosísimo –comentaba Alya abriendo el estuche que venía en la bolsa de regalo que le entregaron a Ignacio.

Seguidamente revisó la de ella y encontró un precioso collar con un dije.

            –Ese Wellington se gastó una fortuna en esta fiesta, le debe ir muy bien –decía Alya con los ojos brillantes–, ¿lo conoces?, deberíamos acercarnos a saludar.

            –Buena idea –señaló Ignacio, sin quitar la vista de los jóvenes que acompañaban al CEO.

            –Permítame felicitarlo señor Wellington, soy Ignacio Remington, nuestras empresas han tenido relación comercial, ella es mi esposa Alya.

            –Gracias por su felicitación señor Remington, señora –señaló Tiberius muy circunspecto, con una mano en su bolsillo que estaba convertida en un puño de acero, nadie adivinaría el gran esfuerzo que estaba efectuando el CEO de la seguridad en ese momento para no destrozar el rostro del hombre por quien su hermana todavía suspiraba y que estaba en ese instante mostrándose ante él al lado de la mujer por quien la abandonó embarazada.

            –Los niños que lo acompañan…

            –¿Qué quiere saber exactamente, señor Remington? –indagó Tiberius capcioso.

            –¿Cuál es su parentesco con ellos? ¿Son sus hijos?

            –Son mis sobrinos.

Ignacio Remington palideció, porque la mirada de Tiberius Wellington lo estaba perforando y tenía el claro presentimiento de que tras esa mirada había mucho más por decir.

            –¿Cuál es su relación con Evana Parker?

            –Evana Wellington Parker es mi hermana.

            –Entonces…, ¿usted sabe quién soy yo? –cuestionó Ignacio.

            –Perfectamente.

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