—¿Cristina en un hospital…? —dice Josué aún incrédulo, con la mirada fija en el escritorio, mientras Mónica, sentada sobre el sofá en la oficina, se termina de maquillar para retocar sus labios.

—Así como lo oyes —dice ella finalmente, guardando su labial y el pequeño espejo en su bolso—. Al principio creí que se trataba de un error, pero cuando vi que tomó otra ruta después de dejar a la mocosa en la escuela, supe que había algo más. Decidí seguirla… y vaya la sorpresa que me llevé. La encontré muy bien abrazada y acaramelada junto a un médico. Tremenda zorra resultó ser. Aunque… —Mónica se muerde la comisura del labio inferior con descaro— debo admitir que tiene buenos gustos. Ese médico está como para devorarlo de un solo bocado.

El comentario despierta un gruñido inmediato en Josué. Su ceño se frunce con violencia.

—¿Y tienes alguna foto que pruebe que ella estuvo con él? —pregunta, entre molesto y expectante.

Pero Mónica, por un instante, par