Mundo ficciónIniciar sesión—¿Estás segura de querer ir a clases, mi niña? —preguntó en cuclillas, acomodándole un mechón detrás de la oreja.
Valentina asintió con una sonrisa tan sincera que parecía iluminar incluso el gris de la vereda.—Sí, mami. Ya me siento mucho mejor, de verdad. Mis amiguitos y mi maestra ya me están esperando.El optimismo de la pequeña parecía contagioso. Cristina no pudo evitar sonreír, acariciar su mejilla y luego mirar a la maestra que esperaba en la entrada, sosteniendo una libreta.—Está bien, mi amor —susurró—. Pero si te sientes cansada, mareada o con dolor de cabeza, le dices a la señorita, ¿sí?Valentina, para reforzar su convicción, depositó un beso cálido en la frente y otro en la mejilla de su madre. Cristina la abrazó fuerte, apretándola por un instante como si quisiera memorizar el calor de su cuerpecito.—Nos vemos después de clases, mami —dijo la niña antes de dar media vuelta y correr






