-Por favor, llámame Richard, y ten un poco más de paciencia conmigo, querida, porque me voy a tomar otra libertad -¡mi padre se inclinó y la besó en la mejilla! Ella se ruborizó algo más y sintió un poco de vergüenza, pero aún parecía contenta. Seguí acariciándole la espalda y esperé que no fuese demasiado... de todo.
-No te pases, viejo -dijo, mientras negaba con la cabeza-. Mi chica. Mía -la acerqué más a mí hasta que soltó una queja.
-Creo que lo pillan, Elliot -repuso ella, con la mano en mi pecho.
-Vale, pues que nadie lo olvide.
-Es casi imposible que eso pase, amor.
Me ha llamado amor. Todo va bien, pensé, y me alegré de poder reírme de mí mismo ahora que nos habíamos propuesto socializar esta noche.
-Pollo Marsala... mmm. Raquel, querida, ¿qué le has puesto? -preguntó mi padre entre bocado y bocado-. Está delicioso.
-He utilizado vino de chocolate para sofreír el pollo.
-Interesante. Me encanta lo que le produce al sabor -mi padre le guiñó el ojo a Raquel-. ¿Así que eres una g