Capítulo 2

GABRIELA:

Di un paso y ya me había arrepentido de aceptar el trabajo. Estaba acostumbrada a que miraran. Hombres, mujeres, inclusive niños y ancianos. Pero esto era mucho. Con ellos tenía que compartir aula durante horas. 

-Buenos días -dije más para mí, que para ellos. 

Admitía que estaba nerviosa, pero las palabras de Oscar llegaron a mí; "Los nervios los mandas a la m****a. En mi academia no van a venir a sentirse inseguras. Alza la mirada y demuestra de que estás hecha. Confío en ti".

Bendito seas Oscar.

Alcé la mirada y me planté al lado de la directora. Mucha más recta y segura que ella.

-Ella es Gabriela Rinaldi -dijo la directora cuando estuve a su lado-. Su nueva profesora. 

-Buenos días -dijo unísono. 

Mi mirada recorrió cada esquina, cada alumno. Si algo había aprendido era a detallar hasta lo último. Y aquí no iba a hacer la excepción. Cuando mi mirada chocó con un chico en los asientos de arriba, sentí una corriente por todo mi cuerpo. Se sintieron los segundos más largo hasta que miré a otro lado. 

-Te dejo -me dijo Gladys al dirigirse a la puerta-. Pórtense bien -les dijo a los chicos. 

-Como ya han escuchado, mi nombre es Gabriela Rinaldi -dije escribiendo mi nombre en la pizarra-. Estoy aquí para ayudarlos a terminar el semestre, así que ayúdenme a ayudarlos -expliqué seria y segura-. Sinceramente, éste no es mi ámbito. Nunca me ha gustado esta carrera, sin embargo, aquí me tienen. 

-Por mí se puede ir a la m****a -dijo un chico en cualquier sitio.

-Cuando quieras nos vamos -respondí con el mismo tono-. Si yo me voy a la m****a, ustedes también -les aseguré-. Porque estoy segura que con su carácter de los mil demonios nadie va a aceptar ser su profesor.

-¿A quién en su sano juicio manda a una falta de respeto a dar clases? -dice una chica al frente. 

-Seguro la misma persona que mandó a unos niños caprichosos y con falta de educación a estudiar aquí -le respondí. 

La chica me fulminó con la mirada y no pudo haberme importado menos. A mí nadie me va a rebajar ni hacer sentir menos. 

-¿Quién te crees que eres? -dijo levantándose y estoy segura que se me iba a ir encima si no fuese sido por su amiga-. A mí no me hablas así. 

-Doy lo que recibo, señorita -respondí tranquilamente en mi sitio-. Si me faltas el respeto, hago lo mismo contigo -miré a todos-. Así que, les advierto que se vayan comportando, porque en mí está el hecho de que ustedes pasen este semestre. 

-No puede reprobrarnos si somos buenos alumnos -dijo un chico al final. 

Entonces me percaté de su existencia. A simple vista se veía que era un chico tímido. 

-Hasta ahora lo que he visto es que son unos maleducados -le respondí mirándolo a los ojos-. De su parte está la nota que coloque.

-Sigo sin comprender como pudieron enviar a alguien como usted -dijo de nuevo la chica al frente. 

-Cuando quieras vas a quejarte con la directora para que te busquen otra profesora -le respondí-. Pero el día de hoy, te toca aguantarme -abrió la boca para seguir hablando pero no le di el gusto-. ¿Alguna pregunta? 

-¿Qué edad tiene? -preguntó un chico en la parte del medio.

Iba a responder, pero no tenía porque responder cosas que no tenían nada que ver con la clase.  

-¿Por qué te importa mi edad? -pregunté a cambio. 

-Curiosidad, profesora -recalcó la última palabra con sarcasmo. 

Le sonreí y me senté en la silla detrás del escritorio colocando mis codos encima de éste.

-Para saciar tu curiosidad -dije con picardía-. Tengo 27 años. 

-¿A quién se le ocurre mandar a alguien tan joven a dar clases? -abrió la boca la maleducada del frente. 

-¿Crees que no estoy capacitada, jovencita? -pregunté mirándola. 

-No -respondió inmediatamente.

-Bien, en ese caso -dije levantándome-. Da tu la clase -sugerí y ella palideció. 

-¿Cómo? -susurró. 

-Da la clase -repetí. 

-Yo... no... yo -tartamudeó. Cuando vió mi sonrisa, se puso seria y se levantó-. Está bien -dijo segura. 

-Empecemos con algo fácil -digo tomando asiento en su sitio-. Poetas con dos o tres ejemplos. 

-La que daré la clase soy yo -dijo altanera. 

-Darás la clase, sí -respondí en tono calmado-. Pero con lo que yo te mande. 

Me miró con odio. Y solo me encogí de hombros. 

-¿Qué quiere? -preguntó después de unos segundos mirándome. 

-Poetas -respondí sin pensar-. Con dos o tres ejemplos. 

Me miró con confusión. 

-¿Qué se supone que haga con eso? 

-Qué me digas algunos poetas y des ejemplos -respondí lo obvio. 

Rodó los ojos y se dio la vuelta para empezar a escribir.

                  Poetas

           1. Pablo Neruda

           2. Mario Benedetti

           3. Gabriela Mistral

           4. Octavio Paz 

-Bien -dije levantándome de la silla-. Ahora quiero los poemas. 

Se tensó. Estaba de espalda y se notó. Miró por encima de su hombro y suspiró. 

-No leo poemas -dijo dándose la vuelta para mirarme. 

-¿Perdón, qué dijiste? -pregunté desde mi sitio. 

-No leo poemas -dijo más fuerte. 

Enarqué una ceja y me acerqué a ella. Me entregó el marcador y se fue a su sitio. 

-No he dicho que puedes irte a tu asiento -dije y se detuvo-. Se preguntarán porqué estamos hablando de poetas y no de ingeniería ni nada parec...

-Porque seguro no sabe nada de matemáticas -escuché la voz del primer chico y ésta vez si lo localicé.  

-¿Tú si sabes? -pregunté mirándolo. 

-Por eso estoy aquí -dijo encogiéndose de hombros y vi la sonrisa estúpida de la chica frente a mí. 

-Si según tú -dije tranquilamente-, no sé matemáticas, ven y enséñame. 

-Puedo enseñarte otra cosa en el baño -dijo mirando a su entrepierna. 

La sangre me hirvió. Y mi memoria me llevó al día dónde un idiota en la universidad intentó llevarme con él hacía al baño. Recuerdo perfectamente que ya no tenía fuerzas para luchar con él y me vi pérdida. Si no fuese sido por Ángel, mi último día de clases hubiese sido horrible. 

Le sonreí al chico y me acerqué a él. Miré hacía abajo, a su entrepierna y él sonrió. Con tanta picardía que me sentí tentada a darle un golpe. 

-Te sigo -dije señalando la puerta. 

Él sin dudarlo se levantó y me tomó de la mano. Arrastrándome con él hacía la puerta. Cuando la abrió, me soltó y no perdí tiempo en dar un portazo fuerte y colocarle seguro para que no entrara. Giré y todos me veían atónitos. 

-¿Qué carajos crees que estás haciendo? -preguntó la chica alterada y acercándose a mí-. ¿Sabes con quién te estás metiendo? 

-Con un idiota caprichoso -respondo tranquilamente cuando la tuve a un centímetro-. El cuál no me va a pisotear. 

-Eres una estúpida -me grita antes de dirigirse hacía la puerta. 

-Abres esa puerta y vas a terminar como él -le aseguro-. No vine aquí a buscar enemigos ni mucho menos a pelear con niñitos inmaduros -dije girando a mirarla-. Vine aquí a enseñarlos, si ustedes no ponen de su parte y se quieren comportar como unos maleducados y con ínfulas de Dioses, vayan rezando por no reprobar la materia conmigo. 

-¿Quién te crees que eres para cerrarme la puta puerta en la cara, bruja? -pregunta el chico detrás de la chica, con llave en mano-. Soy el sobrino del nuevo director -dice mirándome con suficiencia. 

-Bien por ti -respondí sin bajarle la mirada-. Ahora siéntate. Los dos -dije mirando a la chica. 

-Vamos, amor -dijo ella tomando la chico la mano-. No le prestes atención a esta bruja. 

Me pasó por un lado y rozó su hombro con el mío. No le importancia. Solo me giré y me fui al escritorio. 

-Sigues sin responderme -dijo el chico cuando se sentó-. ¿Quién carajos te crees? 

Lo miré por largos segundos. Me valía hectáreas de caca quién era él. Le importaba un rabano quién era yo. 

-No responder es de mala educación -dijo el chico a su lado. Y todos rieron. 

-Ahora quién es la maleducada -dijo la novia idiota. 

-¿Qué te hace pensar que haremos lo que una chica de tu edad nos diga? 

-Por su bien -dije mirando la lista de asistencia-, lo harán. La profesora soy yo. 

-Tienes 27 años -dijo el idiota. 

-¿Y te da miedo que una chica que les lleva unos año los mande? -pregunté mirándolo. Tensó la mandíbula y me miró directamente. Vi como sus ojos bajaban a mis labios y siguió bajando hasta llegar a mi pecho. <<Mal día para colocarte una blusa escotada>>-. ¿Te gusta la vista? -pregunté seria y él alzó sus ojos hacía los míos. 

-He visto mejores -respondió con suficiencia. 

Miré a su novia y sonreí. 

-Me da curiosidad saber de quién. 

Su novia no tenía mucho que digamos. Tenía pecho pequeño. Podía decir con seguridad que era dos tallas más pequeñas que los míos. Era una lástima. La chica era bonita. Seguía sin comprender como habían hombres tan idiotas como para ser infiel. 

Ni siquiera tenían los huevos de dejarlas. Solamente buscaban en la calle lo que ya tenían. Solo tenían huevos para coger, más no para enfrentar las consecuencias de sus errores.

-Entonces profesora -insistió el idiota-. ¿Quién eres? 

-En G****e sale bastante información -dije sacando mi lapicero del bolso-. Cuando quieras revisas. Estoy cansada de responder siempre lo mismo.

Estaba leyendo la información que la profesora me había dejado respecto a los chicos, cuando uno de ellos habló. 

-¡MIERDA! -dijo y alcé la vista. 

-Ya dejen de decir groserías -espeté. 

-M****a, m****a -seguía. Me miró como si me fuese salido otra cabeza-. Usted... usted...

-¿Yo qué? -pregunté cansada de la idoteces.

-Usted es Gabriela Renaldi -dijo atónito. 

-Eso dije cuando entré -dije sin comprender-. ¿A qué quieres llegar? 

-Su madre es Lionetta Russo -dijo pálido y por un segundo palidecí también-. Su padre es...

-Voy a pasar asistencia -lo interrumpí. 

No quería escuchar su nombre. No quería escuchar absolutamente nada que tenga que ver con él, ni con mi familia. 

No negaba que quería saber de mi madre y mi sobrina. Pero tendría que esperar a estar preparada. Iba a volver a casa, era algo que no podía evitar, pero lo haría a mi modo. 

-Aurora Bagnoli.

-Presente.

-Alessandro Banducci. 

-Presente.

-Antonella Bartolotti. 

-Presente -dijo la amiga de la maleducada. 

-Alonzo Benetti. 

-Presente -respondió el chico tímido de arriba. 

A mitad de lista ya me había cansado de escuchar <<PRESENTE>>. Ya quería acabar y largarme. 

-Franchesca Galano -mi corazón empezó a latir como una locomotora al reaccionar. 

Galano. ¡No, no, no, no! 

-Presente -dijo la novia del idiota. 

Es una broma, es una broma. ¡ES UNA BROMA! 

Muchos tenían ese apellido. 

-Carajo -escuché el amigo del idiota. 

Ese sería su apodo. 

-¿Qué? -preguntó él. Tomó el celular del amigo y vi algo-. Era de esperarse -dijo al final, entregando el móvil. 

-¿Algo interesante? -dije tomando el móvil-. ¿Para compartir en la clase? 

Miré por unos segundos la pantalla. Los segundos más devastadores de mi vida. 

<<Si cruzas esa puerta, Gabriela, me pierdes para siempre>>. 

-¿Me puede devolver el móvil? -preguntó el chico.

Se lo entregué sin decir nada y devolviéndome a mi sitio. 

Como pude seguí de tomar la asistencia. Cuando iba a decir el último nombre, sonó la campana de descanso. 

Al ver el apellido, mi corazón se contrajo una vez más. Acababa de ver su foto con ella, y ahora como si el destino quisiera joderme más, aparece su nombre. 

-Vincenzo D’Angelo -todos se levantaron y nadie respondió. Tomé aire y volví a repetir cuando estaban empezando a salir-. Vincenzo D’Angelo -dije casi a gritos. 

-Presente -dijo un chico en el desastre de alumnos que querìan salir rápido. 

Aunque como iba mi vida desde hacia un mes, no esperaba que la suerte estuviera de mi lado. Casi me topaba con la hermana de Massimo. En otra oportunidad tuve que esconderme de sus padres. Y como si fuese poco, la semana pasado me encontré con la sobrina de Maximiliano. 

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