Me muevo en la cama, aún agotada, son las 7:00 de la mañana y las responsabilidades de la nueva jornada me esperan. Realizo mi ritual mañanero y salgo, tratando de mostrar mi mejor semblante.
Al llegar al consultorio, en la puerta, decidido, pero ansioso, me espera el chico de la cafetería con su imponente presencia.
- Buenos días - Saluda alegre al verme.
- Buenos días - respondo - ¿Cómo encontraste la clínica?
- Me dijiste que estaba cerca y averigüé - y, con expresión nerviosa, agrega - quiero invitarte a salir... como amigo.
- Está bien - digo sin pensarlo dos veces. Estaba ansiosa por alejarme de mi círculo vicioso y supe que, aquella invitación, era una buena opción.
- ¿Cuándo sería? - pregunto con curiosidad.
- Hoy, que tengo la noche libre, mañana trabajo.
- Hecho - digo.
- Pasaré por ti, mándame la dirección de tu vivienda, a las 8:00 de la noche.
Ya en la consulta, esperando a los primeros pacientes, no pude dejar de sonreír, aunque la duda, aún me ponía