Punto de Vista de Judy
Me senté junto a la orilla del río.
El aire espeso y húmedo cubría la frontera entre la Manada Creciente Plateada y la Manada Luna Roja.
Hundí los pies en el agua y sentí cómo los peces mordisqueaban mis dedos. El sol me calentaba la piel, pero sin quemar. Suspiré, dejando que el calor me atravesara y se llevara las tensiones de mi cuerpo.
Mi vientre ya era grande, puse una mano sobre la curvatura y sentí las pataditas de mi bebé desde adentro.
Sonreí sin poder evitarlo. Me recosté sobre la hierba y cerré los ojos, disfrutando ese raro momento de soledad.
De pronto, la luz cambió; el sol empezó a apagarse y una sombra se extendió sobre el cielo. Cuando abrí los ojos; una nube oscura lo cubría todo.
El aire se volvió pesado y la tranquilidad desapareció, reemplazada por una punzada de ansiedad.
Miré a mi alrededor y supe, sin saber cómo, que ya no estaba sola.
Mi corazón dio un salto.
Del suelo comenzó a levantarse una neblina, y entre ella apareció una mujer que