Punto de Vista de Judy
Gavin se quedó conmigo el resto de la noche, y para cuando llegó la mañana, me dieron de alta.
—Gavin, puedo caminar —me reí mientras me llevaba cargando desde el hospital hacia el auto que esperaba. Erik era el conductor, y se sentó en el asiento del conductor pacientemente.
—No deberías tener que caminar —me dijo, besando mi mejilla amorosamente—. Ahora que estoy aquí... nunca más tendrás que caminar.
Me reí otra vez y le di palmadas en el pecho.
—Estás siendo dramático —le dije, pero no argumenté porque, a decir verdad, me encantaba que me sostuviera. Mi loba ronroneaba y saltaba felizmente mientras nuestro compañero nos tenía en sus brazos. Sentí una corriente eléctrica lavándome por su toque, y podría perderme en él.
Incluso cuando estuvimos sentados en el auto, mantuvo sus brazos alrededor de mí durante todo el viaje de regreso a la villa.
No me iba a quejar de eso tampoco.
—¿Todavía tienes ganas de ir a la subasta mañana en la noche? —me preguntó Gavin.
—S