Capítulo 3

—Así que usted es la famosa, Nina Stoica—expuso Dmitry aún más interesado. Sarah se sintió aliviada de que los rumores que ellos mismo se habrían encargado de expandir, hubiesen llegado a los oídos de Dmitry.

Tanto Natasha como Alek, habían utilizado sus propios medios para dar a conocer el nombre Nina Stoica para causar impacto no solo en la sociedad tan reservada de Rumania, sino para interesar a Dmitry. Así que se habían inventado que Nina era la nueva acompañante en Rumania más famosa, que su astucia era igual de increíble que su belleza y que muchos políticos e incluso artistas famosos habían caído en sus redes, se decía que poseía una cuantiosa fortuna que sus amantes se habían encargado de acumular, puesto que Nina no solía acostarse con cualquiera y muchos creían que las joyas y propiedades iban a ayudar a la causa.

—No he escuchado más que elogios de usted, señorita Stoica—dijo Dmitry recordando los modales que alguna vez le habían enseñado siendo un niño, se inclinó un poco para tomar la mano de Nina y una vez que la tuvo en su mano le proporciono un beso constatando que su piel, era incluso más tersa y suave que la seda.

—Es bueno saber que la gente solo habla cosas buenas de mí— respondió ella orgullosa de recibir los primeros frutos de todo el esfuerzo y sacrificio.

Dmitry arqueo una ceja y le dedico una mirada perversa, que sin duda, hubiese asustado a cualquier mujer, de no tener las intenciones de acostarse con él.

—Alek, no sabes como te envidio en este momento—le dijo a su amigo sin apartar la mirada de Nina, sintiendo verdadera envidia a causa de aquella fabulosa y casi irreal mujer.

—¿De verdad?—dijo Alek con cierta malicia—¿No te importaría estar a merced de Nina?

Las palabras de Alek solo confirmaron que entre ambos había una relación muy íntima.

—Sin duda alguna—declaro Dmitry impresionado no solo por su belleza, sino también por su forma de hablar, había pronunciado tan poco, pero las palabras que salían de sus labios eran como poesía que deseaba seguir escuchando, eran tan misteriosa que deseo descubrir todos sus secretos, hasta los más íntimos y prohibidos.

—Alek, cariño. ¿Podrías traerme algo de beber, quizás un poco de champán, por favor?—dijo Sarah con el fin de quedarse a solas con su esposo, plan que habían trazado mucho antes de llegar a Mónaco.

—Por supuesto, querida—dijo Alek dirigiéndole una mirada a su amigo, una que expresaba que la cuidara y que no se alejara de ella y por supuesto, Dmitry no se atrevería a desobedecer esa orden.

Cuando él se marchó, Sarah miro a su esposo, cualquier mujer se hubiese sentido diminuta ante él, sobre todo por esa sensación de poder que ejercía con solo mirarla, tenía un destello de ardiente deseo por ella, de modo que los primeros segundos se dedicó a escudriñarla para admirar su belleza, sus pechos y porque no, sus piernas que guiaba hacia una fuente de placer que hubiese querido probar en ese mismo momento de no ser por el lugar, una mesa de cartas no era adecuada para una mujer como ella.

—¿Alguna vez has estado en el club Moxi en Bucarest, señor Petrov?—dijo Nina para romper el silencio—me parece haberlo visto antes.

Ella avanzó sabiendo que aquel vestido le ayudaba a mostrarse más coqueta y sensual, por lo que Dmitry no dudo en seguirla hacia un par de puertas abiertas que daba hacia una pequeña terraza en donde se podía ver un poco de la belleza de Montecarlo.

—Conozco ese club, pero no he estado en ese lugar desde hace mucho tiempo, dudo que no hubiésemos visto ahí, porque de habernos conocido antes señorita Stoica, creame que la recordaría.

—Por favor, dígame, Nina. Me gusta escuchar mi nombre en los labios de hombres tan atractivos como usted.—se atrevió a decir esperando que su iniciativa no la hiciera parecer muy atrevida, esperaba captar su atención esa noche no acostarse de una buena vez, ya que, cabía la posibilidad de que ella no quedara embarazada y sabia bien por Alek que Dmitry no solía repetir con mujeres que no lo incitaran a seguir con el juego de seducción.

—En ese caso, dime Dmitry, nunca me ha gustado que me traten con tanta formalidad—dijo apoyándose sobre la barandilla de mármol cerrándole el paso a Nina y esbozando una extraña sonrisa, una seductora.

Ella tragó saliva al verse acorralada, por el que había empezado a odiar, algunos años atrás. Finalmente, después de tanto tiempo Dmitry le estaba coqueteando, pero no podía fiarse de ese simple juego de sonrisas y miradas, debia atraparlo.

—Si insistes, Dmitry—dijo ruborizándose ligeramente, agradeció estar afuera donde la luz no le iluminaba bien el rostro.

—Alguna vez te han dicho que...—se detuvo de pronto para solo mostrar una sonrisa insinuante que provoco que Nina sintiera un calor extraño entre las piernas—¿Qué te parece Mónaco, Nina?

—Es precioso. Es la primera vez que vengo a este lugar y lo que he visto me ha dejado fascinada ¿Has estado mucho tiempo aquí, Dmitry?

—Un año, aunque antes estuve en París, Roma, Suiza, Austria y si no mal recuerdo, Serbia.

—Eres un hombre de mundo ¿Cierto? ¿Alguna vez regresarás a la vieja Rumania?—sus facciones se tensaron levemente.

—No, en Rumania no hay nadie que espere por mí, así que mientras no encuentre un lugar donde establecerme, seguiré vagando por el mundo.

Sarah respiro hondo tratando de contener en sus pulmones la frustración y la cólera que sus palabras le habían provocado ¿Cómo se atrevía a decir tal estupidez? ¿Y ella?

Aunque su cuerpo le pedía empujarlo por el balcón hacia el vacío, se contuvo, aún lo necesitaba, a esas alturas no podía echar a perder el plan que con tanto esfuerzo y sacrificio habían iniciado.

—Qué suerte la mía—dijo Nina colocando un dedo sobre sus labios, de forma coqueta y ese tono de voz que utilizo provoco que Dmitry se volviera en su dirección para contemplarla.

—Últimamente, había empezado a pensar que Mónaco se había vuelto muy aburrido, pero ahora contigo aquí...—se detuvo, hizo una pausa y continuo, pero haciendo a un lado el comentario que había intentado decir, por temor a asustarla, aunque era obvio aquel juego de coqueteo, no quería espantar y obligarla a ir en busca de una pareja más interesante, por supuesto, había llegado a esa conclusión gracias a los rumores que le habían llegado de amigos que lo habían visitado—¿Hace cuanto que conoces a Alek?

—Hace poco, aunque me ha hablado mucho de ti, tengo entendido que son viejos amigos ¿No?

—Sí, lo considero un buen amigo, al que aprecio mucho...

—Aquí tienes, tesoro—interrumpió Alek levantando una copa hacia Nina. Ella sintió alivio de verlo ahí, había tardado demasiado, le había dicho que solo debían ser un par de minutos, no toda la noche.

—¿Cómo has estado?—cuestiono Alek, después de que Nina tomara la copa de sus mano—¿Mónaco ha llenado tus expectativas?

—Hasta ahora sí—dijo mirando de reojo a Nina, quien aparentemente había mejorado su noche—me la paso muy bien aquí, aunque estaba pensando en mudarme a Moscú o San Petersburgo.

—Por favor, Dmitry. Han pasado cinco años. ¿No piensas regresar a casa?

—¡Oh, por favor, no comiences con eso! Pensé que mi padre ya estaba dos metros bajo tierra—expreso Dmitry incómodo por tener que escuchar de casa, de recordar sus responsabilidades y también de recordar que tenía una esposa a quien ya no recordaba y de la única noticia que esperaba de ella, era que firmara el divorcio de una m*****a vez—dejalo de una buena vez, que no pienso volver, al menos por ahora.

—Bien, no voy a pelear contigo, sobre todo en presencia de Nina—dijo rodeando su cintura para aproximarla a él—¿Qué te parece si olvidamos todo esto y vas con nosotros a la ópera de media noche?

Dmitry esbozo una media sonrisa, Sarah si no supo si aquel gesto se debia a la molestia de tener que escuchar de su casa en Rumania o porque Alek la había tomado de esa forma tan posesiva.

—De hecho tenía pensando asistir con algunos conocidos—dijo mostrándose un poco más relajado—pueden unirse a nosotros, estaremos en mi palco a no ser que quieran privacidad.

Sarah procuró fingir sorpresa, aunque ambos sabían que Dmitry habían planeado estar ahí con algunas mujeres. Antes de presentarse ante él esa noche lo habían estado siguiendo sigilosamente, y al escuchar a esas mujeres hablar en un restaurante, supieron de sus planes.

—Si nos permites unirnos a tu grupo, estaremos encantados de ir.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo