LÍA
Por un momento no supe si gritar, reírme o aplaudirles la creatividad. El reflejo de la pantalla me iluminaba el rostro, congelando el aire de la sala. Ahí estaba yo, en todas las poses posibles de burlesque, bajo el foco del Sport Club, rodeada de lentejuelas, tocados brillantes y tacones, mi vida privada expuesta como si fuera parte de un maldito PowerPoint motivacional. Todo lo que había construido, el esfuerzo, la reputación, reducido a un puñado de imágenes y miradas cargadas de juicios.
No parpadeé, ni cedí ni un milímetro en mi silla.
Gerardo me miró como un gato a punto de atrapar a su presa. Elías, más incómodo, bajó la mirada y fingió interés en el borde de la mesa. Tomé aire y, con la voz más fría y firme que pude reunir, pregunté:
— ¿Y esto qué es, Frías? ¿Auditoría de pasiones no autorizadas? Porque, si es así, también puedo enseñarte las fotos de mi curso de repostería en calzones. Spoiler, los macarons no salieron tan bonitos.
Elías disimuló una sonrisa, pero Gerardo