Las lágrimas empezaron a acumularse en la esquina de sus ojos y Serena inhaló dolorosamente, llevando el dorso de su mano hasta su nariz, que lucía enrojecida y húmeda, mientras Daniel se acercaba un tanto más hacia ella, casi luchando contra los impulsos de correr a estrecharla entre sus brazos y aprisionar sus labios con fuerza.
—Créeme que me dolió en el alma cada palabra que te dije, porque ninguna de esas fue verdad, ¡absolutamente ninguna de esa basura fue verdad! No eres patética ni mucho menos ridícula, eres lo mejor con lo que me he topado. Tan buena, tan tierna, tan adorable, tan dispuesta a subirme el ánimo, tan dispuesta a hacer de todo por verme sonreír, tan dispuesta a lidiar y amarme con todo y mi mierda.
Su voz gruesa pareció distorsionarse en algún segundo, pero se reincorporó al instante, retomando la seguridad y energía que poseía siempre. Los tendones de su cuello sobresalieron, marcando un camino sobre su cuello irritado y templado.
—Nunca le he prometido amor a n