-¡Niños! Bajen por favor, sé les va a hacer tarde para ir al colegio! -Catherine gritó desde la cocina, miró su reloj, era tardísimo, llegaría tarde al trabajo.
Escuchó con entusiasmo como las fuertes pisadas hacían ruido al bajar por las escaleras, mientras su hija e hijo se empujaban.
-¡Hey! ¿Qué les he dicho? Mia, no debes jugar así de pesado con tu hermano, él es más pequeño que tú. -La niña asintió con sus ojos regañados y miró mal a su hermano. Él había empezado.
-No soy pequeño, ya crecí... mira. -Diego se paró de puntitas junto a su hermana para demostrar que no mentía, aunque en realidad apenas le llegaba al hombro.
Catherine asintió y rio ante el acto, llevó el dedo a su boca pidiéndole a Mia que no dijera nada al respecto, no quería romper las fuertes ilusiones de su hijo.
-Es verdad, campeón. Estás enorme. ¿Sabes por qué has crecido así? -Le tocó la nariz de forma juguetona-. Por qué te has comido todos tus vegetales así que ahora come o no crecerás más.
Diego observ