78. Despertar
El Audi olía a cuero, pero la tensión en el aire sofocaba más que el espacio cerrado. Nathan conducía por calles desiertas. Sus ojos se desviaban constantemente hacia ella, catalogando cada marca visible en su rostro.
La mordida en su cuello, un mapa rojizo de dientes y rabia, le hacía apretar la mandíbula hasta que sus muelas crujían. Pero las marcas rojas en sus muñecas le revolvían el estómago: huellas recientes de ataduras, de sometimiento.
La vio encogerse cuando tomó una curva demasiado rápido. El movimiento, apenas perceptible, fue como ácido en sus venas. Walter la había condicionado a esperar dolor en cuestión de horas. Ese pensamiento lo llevó a pisar el acelerador con más fuerza.
—Deberíamos ir al hospital... —comenzó, su voz un gruñido contenido.
—Samuel —lo cortó ella, su perfil oculto tras una cortina de cabello oscuro—. Solo Samuel.
Él asintió, tomando la salida hacia la clínica. Los dedos de Isabella estaban crispados sobre sus muslos, los nudillos blancos. Apenas res