Isla salió de sus pensamientos al sentir un apretón en sus manos. Dejó de mirar por la ventana del auto y giró la cabeza para ver a Horatio.
—¿Todavía quieres hacer esto?
—Por supuesto —respondió, determinada.
Necesitaba ver a Cinzia y cerciorarse de que no existía ninguna posibilidad de que pudiera volver a hacerles daño. Había tratado de actuar como si todo estuviera bien ahora que Horatio estaba a salvo, pero algunas noches todavía se despertaba asustada.
Horatio no entendía muy bien porque había insistido tanto en ver a Cinzia y no le hacía mucha gracia, aun así, se había encargado de coordinar la visita. Había tomado casi una semana ya que todavía no podían moverse con libertad y su equipo de seguridad necesitaba pensar en un traslado seguro.
—Si siento que no estás cómoda o corres algún riesgo, nos marcharemos y no habrá discusiones al respecto. ¿Está claro?
Sonrió.
—Se supone que eres alguien relajado.
—No cuando se trata de ti. Así que prométemelo.
—Está bien, lo prometo.
Él