Stephen: La peor decisión de mi vida
Desde que Joselín se fue, mi vida se vino abajo.
No pasó ni una semana de su partida y me llamaron desde Inglaterra: mi hermana había tenido un accidente. Gracias a Dios, estaba viva, pero necesitaba una operación urgente y un tratamiento costoso. Mis padres, destrozados, me rogaron ayuda. Yo no podía dejarlos solos.
No lo dudé. Agarré dos turnos de guardia, día y noche, casi sin dormir, trabajando como nunca para reunir el dinero.
No podía preocupar a Joselín. Ya suficiente tenía con la distancia, con el miedo a su padre. No quería cargarla con mis problemas. Pero no imaginaba que, en ese silencio, me estaba alejando de ella sin querer.
Karina García, una residente del hospital y buena compañera, fue quien me sostuvo cuando no pude más. Fue testigo de mis caídas, de mi agotamiento, de mis desvelos. Se volvió la única que conocía el desastre en el que me había convertido; lo único que no sabía era de Joselín.
Pero no era solo el trabajo y el