Tomé un café sin azúcar y dije:
- Dom, necesito mi bolso.
- OK.
Fuimos a su coche. En el camino, preguntó:
- ¿Y entonces? ¿Me reuniré con tu casa ahora?
- Bueno, primero tengo que pasar por la casa de mi padre y conseguir la llave extra que tiene para mi apartamento.
- ¿Ya quieres que conozca a tu padre? – bromeó, mirándome divertido.
Sonreír:
- Te gustará mi padre.
- Espero que él también me quiera.
- ¿Te importa lo que piense de ti? Me escuché preguntar.
- Honestamente, creo que sí. En estos años de mi vida... nunca me han presentado a un padre.
- ¿Lo juras? - se ríe.
Toqué la cicatriz en su cara, cerca de su ojo, mientras conducía.
- ¿Dónde hiciste eso? pregunté con curiosidad.
Épocas de rebeliones antimonárquicas . Todavía en mi adolescencia.
- Creo que yo también hubiera sido rebelde. - Yo hablé.
- No lo habrías estado, bebé. Me acarició la pierna.
- ¿Por qué crees que no?
- Porque no pareces un rebelde.
- ¿Tu mujer era rebelde? ¿Dónde la conociste?
- Ella no era una rebelde. De