En la carretera, Liam condujo en silencio. El aire dentro del vehículo parecía denso; de vez en cuando, se miraban sin darse cuenta. Olívia mantenía la frente apoyada en el vidrio frío, intentando controlar las náuseas. Cuando el coche se detuvo frente a una lujosa boutique de novias, ella alzó la vista, sorprendida.
— ¿Qué hacemos aquí? — preguntó en voz baja.
— Necesitas un vestido para casarte — respondió Liam, sin mirarla.
— ¿Y tenías que traerme precisamente aquí? — replicó ella.
Entraron. La madre de Camila los recibió con entusiasmo.
— Señor Liam, es un honor recibirlo. Ya separamos vestidos de los mejores diseñadores. Olívia, querida, tu sueño se va a cumplir. Vas a casarte, igual que mi preciosa hija. Hoy ella viaja de luna de miel. Peter lo organizó todo como se lo merece: una semana en Río de Janeiro — dijo, radiante.
Olívia sintió un nudo en el pecho. Liam lo notó y, frío, le pasó un brazo por la cintura.
— A Río de Janeiro va cualquiera de clase media — dijo—. Pero una mu