Raquel, de 31 años, es una chica un poco callada y sería, es dedicada a su trabajo, pero su pasado turbulento afecta a su presente, después de vivir un amorío en ese pasado con su jefe y que este no terminara de la mejor manera, desistió de la idea de amar nuevamente y sobre todo de tener una relación con alguien de su mismo ámbito social, pero el destino le hará cuestionarse esa decisión y traerá consecuencias a su presente dichas decisiones.
Leer másTrataba de arreglar mi cabello con prisa, pero sentía que ningún estilo le venía bien con el rizado de mi cabello. Finalmente, solo me hice una coleta al ver que se me hacía tarde para mi primer día, en la empresa en que había deseado entrar desde que supe de ella.
Raquel salió de su habitación, tomó varias cosas de los diferentes muebles del departamento y cada una de estas cosas las metió velozmente dentro de su bolsa de mano color blanca, que hacía juego con el vestido blanco que esa mañana se había puesto.
—¿No desayunarás?
Preguntó Sara. Quien había sido su roomie desde que Raquel se había mudado de su ciudad natal a esa gran ciudad.
—Se me hizo tarde.
Dije mientras solo tomaba el pan que se encontraba cerca del plato de huevos servido en la mesa. Esto para no hacer sentir mal a Sara, que se había esforzado por hacer el desayuno para mí.
—Discúlpame.
—No te preocupes, sé lo importante que es esto para ti… ¡Ánimo!
—Gracias.
Raquel miró el reloj sobre su muñeca y la ansiedad brotó de su cuerpo instantáneamente al ver que efectivamente ya era demasiado tarde y aún debía esperar el autobús.
—Me voy. Nos vemos más tarde. No, sería por la noche. Hoy tengo clase por la tarde.
—Ok, amiga. Nos vemos después.
Después de despedirse de Sara, rápidamente salió del departamento y se apresuró a dirigirse hacia la parada de autobús, donde después de esperar 10 minutos, por fin logró subir a este.
Suspiré al ver aquel edificio frente a mí; en verdad deseaba hacerlo bien. Había trabajado duro para poder conseguir el puesto que me ayudaría a aprender todo lo que necesitaba para ser una buena licenciada en mercadotecnia.
Me dirigí al lobby, algo temerosa, y aunque estuve unos pocos segundos en silencio, por fin logré preguntar en qué piso queda la oficina del jefe. La señorita, frente a mí amablemente, me da las instrucciones para llegar a mi destino. Después de una travesía por el ascensor y algunos pasillos, finalmente estoy frente a la secretaria del CEO.
—Eh…
Dudo un poco al verme observada por la chica castaña frente a mí. El tono del cabello que ella tiene es muy parecido al mío, solo que este es lacio, a diferencia del mío. Aún estaba perdida en su hermoso cabello cuando ella misma me hizo regresar en sí.
—Dígame.
—¡Ah... Sí. Vengo. Tengo una cita con el presidente.
La mujer observó a Raquel levantando una ceja y examinando su cuerpo, un cuerpo relativamente normal y común.
—¿Nombre?
—Sí, claro. Raquel Eche… Raquel Ruiz.
Terminó de decir Raquel.
—Mmmm…
La mujer bajó su mirada hacia una pequeña libreta frente a ella.
—Sí, aquí está anotada. Pasé ahora que está libre.
—Gracias.
Agradecí y rápidamente me acerqué a la puerta de la elegante oficina frente a mí. Abrí lentamente la puerta después de tocar suavemente y lo vi bajo los primeros rayos de sol. El hombre más imponente que había visto y me sonrió, algo que hizo sentirme muy extraña.
—Siéntese, ¿señorita?
—Ruiz.
Terminó de decir Raquel.
—Bien, usted viene a verme porque…
—Sí, señor, soy la nueva becaria. Me mandó el profesor Ordóñez.
—Ah, sí, la universitaria que estará aquí como becaria. Tienes suerte, yo no acepto becarias, ya que no suelo pagarle a alguien sin experiencia, pero… Fue un favor que debía, además me dijo que eras una de las mejores alumnas que tenía.
—Sí, señor, yo entiendo lo que dice, pero en verdad estoy con mucho entusiasmo, y prometo que daré lo mejor de mí.
Él sonrió y quería ocultar mi sonrojo, pero me fue imposible. Aunque trataba de no ver sus ojos negros tan intensos como la noche, mi mirada se centraba en esos hermosos ojos.
—¿Por qué esta empresa?
—Porque es una de las mejores en el mercado, por no decir que es la mejor en la distribución de telas en todo el país.
—Tiene razón. Bueno… Pues… ¡Bienvenido!
Finalmente, él se levantó de su asiento y extendió su mano frente a Raquel, que solo lo observaba.
—¡Gracias, Señor! ¡Gracias por la oportunidad!
Estreché finalmente su mano tan varonil y ese fue el primer encuentro de nuestros cuerpos.
—Bueno, su trabajo será estar todo el tiempo conmigo, en mis juntas, en todo lo que implique mis actividades. Será como una asistente, pero usted debe absorber cada una de las cosas que hacemos aquí.
—¡Sí, señor!
—Bien, pase con Esther, mi secretaria, y ella le dará su lugar de trabajo que claramente debe ser muy cerca de mí.
—¡Sí, señor!
Estaba emocionada por el nuevo puesto y desvió su atención por aquel hombre para centrarse en hacer bien su nuevo trabajo.
—Cuando se haya acomodado, por favor, regrese junto a mí para que me acompañe a una junta que tengo con un proveedor.
Asentí feliz para luego despedirme y salir de la oficina regresando a la mujer que aún me miraba con desgana.
—Me dijo él…
—Jefe.
Recalcó Esther.
—Jefe… Que me muestre mi lugar de trabajo.
—Sí. Sígueme.
La mujer se levantó del escritorio y caminó por delante de Raquel.
—Estarás en la oficina de al lado de la suya; el señor Dávila es un poco exigente, así que trata de asistir en cuanto él te solicite.
—Si eso haré. Gracias.
La mujer abrió la puerta frente a ella.
—Es esta… No es tan grande.
En verdad era algo pequeña, pero para Raquel era perfecta, ya que era su primera oficina y se sentía muy emocionada y muy feliz.
—¡Es perfecta!
Dijo mientras seguía admirando la oficina.
—Bien, te dejo a solas para que te instales. Yo soy, Esther, la secretaria del Señor. Si necesitas algo, puedes informármelo.
La mujer se dio vuelta, alejándose tan rápidamente que apenas escuchó el agradecimiento de Raquel, aunque a este gesto Raquel no le dio importancia y solo cerró la puerta de la oficina para sentirse como toda una persona importante.
Estaba feliz porque podía aprender mucho de aquel hombre. Un hombre muy conocido por ser un empresario joven y con mucho éxito. El nombre de Samuel Dávila Bermúdez era muy conocido; yo lo admiraba, admiraba la forma en cómo a sus 29 años había puesto a su empresa en el mercado, como uno de los más importantes del país, y a mis 22 años deseaba hacer lo mismo en un futuro.
Raquel se sentó frente al escritorio admirando este e incluso pensando que podría poner algunos artículos personales para hacerla más acogedora. Su sonrisa era enorme. Era como si lo que estaba viviendo no fuera real en verdad. Aunque para muchos podría ser algo sencillo, para ella era algo grandioso haber podido entrar a la empresa que quería. Pensó que quizás lo había hecho con un poco de ayuda, pero pensó también que haría que no se arrepintieran de tomarla en cuenta.
El teléfono de la oficina comenzó a sonar insistentemente.
—¿Sí? ¿Diga?
—El jefe me pregunta ¿si ya puedes pasar a su oficina?, ya que pronto se irá a su junta.
—¡Ah, sí! Voy para allá. Gracias…
Samuel observó lo hermosa que esa noche lucia Raquel, suspiró profundamente, sabiendo lo mucho que había echado de menos los ojos castaños de esta.—La conocí después de irme y es una buena mujer, tuvimos una pequeña niña, ahora tiene 4 años.—¡En serio…! Qué gusto, mi hijo tiene 3 años y es un huracán.Samuel resopló un poco al ver la sonrisa dibujada en los labios de Raquel al pronunciar a su hijo.—Tenía muchas ganas de verte, sé que tu empresa está en el mejor momento en el mercado.—Gracias, así es, estamos trabajando arduamente.—Siempre quise decirte que eres una gran presidente, te preocupas por tus empleados y eso no lo hace cualquiera.—Es agradable escuchar que alguien se dé cuenta de eso, gracias... ¿Tu esposa no está por aquí? Sería agradable conocerla.—No quiso asistir, prefirió quedarse en el hotel con nuestra pequeña.Verlo frente a mí nuevamente, me hacía sentir bien, porque muchas veces pensé en él, creyendo que me arrastraba en sus sentimientos y aunque ya me sentía
Comúnmente en el pasado lo que hacía levantarme de la cama, era el sol que invadía la habitación y nos obligaba a comenzar un nuevo día, pero desde hacía un año los pequeños pies sobre mi rostro eran mi despertador.Alexander se quejó un poco al sentir que el pequeño trasero cayó sobre su rostro.—Al parecer alguien ya despertó.Evidenció Alexander, mientras que Raquel simplemente movió su cuerpo a su costado derecho para tratar de nuevamente dormir.Desde hacía 3 años nuestra rutina de sueño había cambiado abismalmente con la llegada del pequeño Alex, las noches se habían vuelto impredecibles con él. Después de que nos enteramos de que tendríamos un varón, pensamos por algún tiempo el nombre que le pondríamos y me pareció tierno que su diminutivo fuera el mismo que el de su papá, aunque su nombre claramente era distinto, Alejandro fue el nombre elegido, pero todos lo llamábamos como él" Pequeño Alex" algo que llenaba de orgullo el corazón de Alex.—Mamá, mamá.Balbuceó el pequeño niñ
Ignoré su descontento con mi decisión de tomar el baño sola, y al estar bajo la caliente ducha solo escondí mi rostro entre mis palmas, tratando de ocultar las lágrimas que querían traicionarme. El abrazo que sentí por detrás de mí me entristeció sobremanera, al pensar que todos esos pequeños momentos se esfumarían cuando él y yo habláramos.Alexander dejó de abrazarme cuando se colocó frente a mí y apartó mis manos de mi rostro, dirigiendo sus suaves labios a los míos y caí, correspondí al delicioso y tierno beso por qué lo amaba, porque sus besos me encantaban, sentir el suave roce de su lengua con la mía solo me hacía desear más.Me perdí en sus besos sin percatarme que me dirigió hacia la salida de la ducha y llegamos hasta la cama donde cada beso que me dio resulto placentero, pero también me dolían, no había sentido ese dolor desde aquella época donde estuvimos separados, pero incluso podría decir que a comparación de aquellos días, dolía aún más, me lastimaba más. Cuando estuvo
Me encanta viajar en auto, en verdad disfruto mucho de los paisajes, sí, es algo cansado dependiendo de las horas que llegue a tomar el viaje, pero no le quitaba lo divertido. Habíamos salido del departamento a las 3:00 de la tarde y llegamos a Monterrey a media noche, rápidamente nos dirigimos al hotel donde después de hacer el check inn, ordenamos servicio a la habitación, para cenar y descansar.—Estoy cansada.Hizo notar Raquel, mientas se colocaba crema en sus piernas y miraba como Alexander revisaba algunos folletos de lugares turísticos, esos que dejaba el hotel en la habitación.—Sí, el clima no ayudo.—Lo sé, se supone que es un lugar caluroso, pero según el pronóstico habrá lluvias por las tardes.—Pero tendremos la mañana para salir a caminar y disfrutar un poco del calor.Soltó Alexander al acercarse a Raquel y besar la frente de esta y posteriormente tumbarse en la cama.—Pues es cierto, entonces durmámonos para levantarnos temprano y aprovechar el día.Raquel se recostó
Alexander besaba suavemente los labios de Raquel, recuperando los días en los cuales estuvieron separados por la distancia. Habían pasado 2 años desde que todo aquel problema con la vida se había quedado atrás, y a pesar de ese tiempo los besos de Alex, aún me estremecían, quería continuar besándolo, pero el sonido de su celular interrumpió aquel momento. Alexander observó la pantalla de su teléfono para rápidamente colgar la llamada ante el rostro confundido de Raquel. —¿Quién era? Cuestionó Raquel, para posteriormente sujetar el café que Alexander había llevado para ella. —Nadie- —Ah, qué raro, ¿no?, que "nadie" pueda realizar una llamada. Bromeó despreocupada Raquel. —Es, eh, es... Linda, le pedí que me llamara, para... Unos datos de la compañía. La mirada de Raquel se centraba en Alexander mientras daba un sorbo a su café. —Ah. Ok... Amor, ¿tú crees que estoy haciendo lo correcto? Alexander guardó el celular en su bolsillo antes de acercarse a Raquel y colocar sus manos
—Este lugar me es familiar.Expresó Alexander.—¿En serio?—Bueno, no es de sorprenderse que por esta zona vivan personas adineradas, podría decir que las más adineradas, pero yo solía caminar por aquí imaginando que algún día con mi esfuerzo viviría en este lugar.Raquel sonrió.—Es irónico, ¿no? Mientras tú deseabas vivir aquí, yo deseaba no tener una familia con dinero, aunque después de que fingiera ser una persona común sin facilidades, me di cuenta de que en ningún círculo social estarás seguro.Alexander se detuvo frente a la casa donde una vez viví y que ahora le pertenecía a mi nana.—¿Esta es tu casa?Preguntó sorprendido Alexander.—Bueno, ya no es mi casa, pero sí, una vez lo fue.Pensé que la sorpresa de Alexander se debía a que en efecto la casa era enorme y era sumamente hermosa, mi nana aún mantenía hermoso aquel jardín que una vez mi madre amo. Esa casa me traía recuerdos tristes, pero también felices que fueron de los últimos años que logré pasar con ellos.—¡Vamos,
Último capítulo