EPILOGO.

Samuel observó lo hermosa que esa noche lucia Raquel, suspiró profundamente, sabiendo lo mucho que había echado de menos los ojos castaños de esta.

—La conocí después de irme y es una buena mujer, tuvimos una pequeña niña, ahora tiene 4 años.

—¡En serio…! Qué gusto, mi hijo tiene 3 años y es un huracán.

Samuel resopló un poco al ver la sonrisa dibujada en los labios de Raquel al pronunciar a su hijo.

—Tenía muchas ganas de verte, sé que tu empresa está en el mejor momento en el mercado.

—Gracias, así es, estamos trabajando arduamente.

—Siempre quise decirte que eres una gran presidente, te preocupas por tus empleados y eso no lo hace cualquiera.

—Es agradable escuchar que alguien se dé cuenta de eso, gracias... ¿Tu esposa no está por aquí? Sería agradable conocerla.

—No quiso asistir, prefirió quedarse en el hotel con nuestra pequeña.

Verlo frente a mí nuevamente, me hacía sentir bien, porque muchas veces pensé en él, creyendo que me arrastraba en sus sentimientos y aunque ya
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