Supuestamente lo hacía para proteger la reputación de Ana.
Isabella se negaba a creer que alguien tan distinguido pudiera interesarse por una persona inferior a ella en todo sentido. ¿Qué tenía Ana de especial? Se mordió los labios con rabia, sus hermosas facciones contraídas por el despecho.
—¡No puede ser un error! ¡Ana es una arribista! Como no pudo casarse con mi hermano, ¡ahora va tras mi tío! ¿Cómo puede existir alguien tan repugnante? —Paula despotricó durante largo rato hasta quedarse sin aliento. De pronto, recordó algo más—. ¡Isabella, olvidé contarte algo: Ana está embarazada de mi hermano!
Como un rayo en cielo despejado, Isabella casi deja caer el teléfono. Con manos temblorosas, logró controlarse: —¿Ana embarazada de Mateo? ¡No, imposible!
Su reacción exaltada hizo que Paula pensara que estaba devastada. Era evidente que Isabella estaba enamorada de su hermano y que, por culpa de Ana, se había conformado con ser solo su amiga. Ahora que finalmente tenía una oportunidad, r