Era Gabriel.
Se detuvo junto a Ana y miró a Mateo con hostilidad, en una postura de absoluta posesión.
La tensión entre tío y sobrino estaba a punto de estallar.
Mateo apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos crujieron, con el rostro ensombrecido, mirando a Gabriel como una fiera a punto de atacar.
Gabriel le sostuvo la mirada sin miedo, con ojos negros e insondables.
Ana se sorprendió un poco —Gabriel, ¿por qué llegas tan tarde?
Estuvo a punto de llamarlo formalmente "señor Urquiza", pero al notar por el rabillo del ojo el rostro sombrío de Mateo, cambió rápidamente de tono.
Y en efecto...
Al escuchar ese trato tan íntimo, su expresión se oscureció aún más.
Parecía que en cualquier momento la furia podría gotear de su rostro.
—Gabriel, ustedes ni siquiera están casados, Ana no es mi tía, no digas tonterías —dijo Mateo entre dientes.
En el instante en que terminó de hablar, Gabriel extendió su brazo y su mano, de nudillos bien definidos, sujetó firmemente la esbelta cintura d