Mateo casi instintivamente se dirigió hacia donde estaba Ana.
Ella esperaba un mensaje de Gabriel. De repente, una sombra cubrió su cabeza y escuchó una voz familiar:
—Ana.
Ambos eran muy atractivos. Juntos llamaban mucho la atención. Tanto empleados como transeúntes miraban en su dirección, inconscientemente ralentizando sus pasos apresurados.
La expresión relajada de Ana se congeló al instante. Sus grandes ojos escondían un brillo gélido, mientras una clara impaciencia se dibujaba en su rostro.
Ana dio dos pasos hacia adelante, aumentando la distancia entre ellos.
Este gesto hizo que el corazón de Mateo se sintiera como si una mano invisible lo estrujara, provocándole una sensación de asfixia. Su ánimo entusiasta decayó de inmediato, y miró a Ana con ojos heridos.
—Ana...
Ella no se dejaba conmover por ese tipo de actuación.
—Tsk —chasqueó la lengua—. Mateo, ¿entiendes lo que significa la cortesía?
Mateo podía adivinar lo que vendría a continuación sin que Ana lo dijera. Ella quería