Se podía encontrar en internet con solo buscar las palabras clave.

Según los conocedores del círculo, la credibilidad alcanzaba el 99,99%.

La atmósfera entre ambos se volvió cada vez más tensa.

Cuando Mateo finalmente se obligó a contener sus emociones negativas, sonó el teléfono de Ana.

Su corazón dio un vuelco, las alarmas sonaron. Y efectivamente...

—Gabriel, disculpa, olvidé que ya no estás en el Grupo Herrera.

Ana llamaba a Gabriel con cariño sin disimular.

Lo hacía a propósito.

Mateo ahora tenía ganas de matar a alguien.

Pero recordando la pelea anterior con Gabriel y las advertencias de su madre, Mateo se contuvo.

Al otro lado del teléfono, Gabriel dijo:

—Espérame donde estás, voy para allá ahora mismo.

Cuando colgó, Ana escuchó la risa fría de Mateo.

—¿Tanto necesitas hacerme enojar, Ana?

Su tono mostraba cómo rechinaba los dientes de rabia.

Ana, que conocía bien su temperamento, sabía que estaba furioso.

Pero, ¿y qué?

No era asunto suyo.

Ana levantó la mirada y sonrió ligerame