Estos cinco minutos fueron una tortura para los espectadores hambrientos de chisme.
Finalmente...
Se escucharon pasos detrás. Esperanza apretó las palmas de sus manos, controlando su corazón desbocado, con el rostro pálido.
—¡Esperanza, ya llegué!
—Oye, no me dijiste que traías amigos. De haberlo sabido, habría comprado más café.
La voz alegre del hombre se acercaba cada vez más.
Cuando llegó frente a ellos, se dio cuenta de que Esperanza no estaba sola; a su lado había dos caras desconocidas.
Una parecía tener poco más de treinta años, con un aire elegante, seguramente alguien importante.
La otra aparentaba apenas unos veinte años, ¡pero era realmente hermosa!
Los ojos de Tacio brillaron de admiración, aunque rápidamente volvió a la normalidad.
Mientras él las observaba, ellas también lo estudiaban. Cejas bien definidas, ojos brillantes, hombros anchos y cintura estrecha. Su apariencia era impecable, pero sus acciones echaban todo a perder.
No en vano dicen que las apariencias engañan