—Hablaré con Fabiola sobre esto, no hiciste nada malo —dijo Guadalupe.
Ya había escuchado antes sobre la vieja historia entre Mateo y Ana. Como mujer, podía empatizar perfectamente con Ana. ¿Tu pareja te engaña con otra mujer y luego te acusa a ti? ¡Solo escucharlo la enfurecía!
—La próxima vez que se peleen, solo asegúrate de no dejarlo lisiado —añadió Guadalupe.
—Mmm —asintió Gabriel.
Mientras tanto, en el hospital, Mateo yacía en la cama, sumido en una profunda pesadilla.
Paula, de pie junto a él, hablaba titubeante con Fabiola, hasta que ésta la interrumpió:
—Ya basta, yo me quedaré aquí. Tú vete a casa, mañana tienes clases.
Fabiola estaba realmente agotada. Ya tenía bastante con todos los asuntos del instituto de investigación, y su hijo no hacía más que causarle problemas. ¿No podía darle un respiro?
Se frotó las sienes doloridas, sacó su celular y marcó directamente el número de su ex marido. Después de veinte segundos, él contestó.
—¿Hola? —su voz sonaba grave y ronca.
—Mateo