Media hora antes, Isabella ya estaba a punto de acostarse cuando de repente un hombre irrumpió en su habitación.
Le dijo que la llevaría a ver a alguien. Cuando supo que esa persona era Mateo, Isabella retrocedió aterrorizada, negándose rotundamente.
Lo ocurrido aquel día le había dejado una sombra imborrable. No quería morir, y Mateo realmente había querido matarla.
El cuidador sonrió levemente.
—Señorita Ramírez, solo le estoy informando, no pidiendo su opinión.
Isabella apretó las palmas de sus manos con tanta fuerza que las heridas recién cicatrizadas volvieron a abrirse. El dolor le dejó el rostro completamente pálido, temblando de miedo.
El cuidador continuó:
—Señorita Ramírez, no se asuste. Olvidé mencionarle algo: el señor Herrera ha perdido parte de su memoria de manera intermitente. Ya no la recuerda.
Al oír esto, Isabella se quedó paralizada. ¿Amnesia? ¿Mateo no la recordaba?
Apenas tuvo tiempo de sentir alivio cuando las siguientes palabras del cuidador la sumergieron en un