Mateo llamó a Gabriel directamente por su nombre. Ya ni siquiera quería usar el término "tío".
Manuel, presintiendo la gravedad de la situación, inmediatamente despidió al resto del personal de la sala, dejando el espacio exclusivamente para ellos. Con el sonido de la puerta al cerrarse, la atmósfera en la habitación cayó a cero.
La tensión era tal que nadie se atrevía ni a respirar.
Mateo bloqueó su camino, su corpulenta figura resultaba extremadamente intimidante. Frente a frente con Gabriel, en ese momento era difícil determinar quién imponía más. Los ojos del primero parecían a punto de escupir fuego, mientras que los del segundo permanecían tan serenos como un estanque profundo, como si en cualquier momento pudiera hacerte desaparecer sin dejar rastro.
Paula estaba realmente al borde del llanto. Temía de verdad que Mateo golpeara a Gabriel. Esto era mucho más grave que el asunto de haber escrito una carta de amor a un compañero.
—¿Por qué tendría que explicarte algo? —La voz de Ga