Desde que Irina y Lily habían llegado a casa de los Vargas, era la primera vez que salían todos juntos a cenar.
Aunque oficialmente no habían anunciado la identidad de Lily, a ojos de los demás, ya la habían reconocido como la señorita de la casa.
—Lily, pide lo que quieras comer, mírate, estás tan delgada que me duele verte así —Bianca sostenía la mano de Lily, hablándole con ternura.
Irina, Mariana y Rafael las seguían de cerca.
En cuanto al marido y los otros hijos, todos tenían compromisos y no habían podido venir.
Al escuchar las palabras de Bianca, Lily bajó la cabeza y asintió débilmente, con una voz apenas audible. Su cuerpo era tan delgado como una hoja de papel.
Irina intervino sonriente:
—Lily, debes comer más luego, no podemos preocupar a la tía.
Las tres parecían llevarse de maravilla.
Aunque el altivo Rafael no decía nada, la suavidad en su expresión revelaba su buen humor.
Excepto Mariana. Como hija adoptiva de los Vargas, antes de la aparición de Lily, ella era la única