—¡Ana! Vamos, está por comenzar...A su derecha estaba el control de entradas.Ana y Tadeo se colocaron al final de la fila, rodeados de rostros desconocidos.Tadeo parloteaba emocionado explicándole sobre los equipos de carreras, cada vez más entusiasmado.Ana escuchaba tranquilamente, interviniendo ocasionalmente, lo que hacía que el joven sintiera que había encontrado a alguien que realmente lo entendía.Pasaron el control de entradas y atravesaron un pasillo oscuro.Las paredes a ambos lados estaban cubiertas con fotografías sin gorra de pilotos campeones de temporadas anteriores.Mientras otros exclamaban asombrados, Ana echó un vistazo casual, pero de repente su mirada se detuvo.Entre las fotografías, una joven de pelo corto con un casco bajo el brazo y expresión vivaz captó su atención.Bajo la foto estaba el nombre "Lily".Pero su apariencia y presencia eran diferentes a la Lily que había conocido hoy.—¡Ana, vamos! ¿Qué estás mirando? ¿Tienes algún equipo favorito? ¡Después t
La mano que sujetaba su muñeca tenía la palma fría y sudorosa.Antes de que pudiera fruncir el ceño y voltearse, escuchó una voz profunda:—Señorita Vargas, cincuenta mil dólares si me ayuda con algo.¿Del cielo caía un pastel relleno de cincuenta mil dólares?Ana arqueó una ceja con indiferencia mientras buscaba en su memoria a quién pertenecía esa voz familiar.El medio hermano del ex-marido de Lucía, Fernando: Diego.Normalmente no tenían contacto, y había pasado mucho tiempo desde la última vez que se vieron.La repentina aparición de Diego la sorprendió un poco.Pero un negocio de cincuenta mil dólares...¿No era algo que podría considerar?Ana:—De acuerdo, pero suelte mi mano primero y mantenga una distancia segura.Entre hombres y mujeres solitarios no debía haber contacto físico. Mejor evitar que alguien malintencionado tomara fotos y las usara para crear escándalo.Diego no la soltó. Se acercó más a Ana, su alta figura proyectándose sobre ella con una presencia intimidante.A
—Señor Torres, abróchese el cinturón.Diego había investigado sobre Ana y no encontró antecedentes de que hubiera participado en carreras.Apenas la había visto conducir algunas veces.Dejar su vida en sus manos era completamente por necesidad.Esperaba...Antes de terminar de pensar, el auto salió disparado como una flecha.El grupo que los seguía observó la escena, jadeando.—Jefe, ¿qué hacemos? ¿Seguimos persiguiéndolos?—¡Claro que sí! ¡Traigan el auto rápido! ¡Son diez millones de dólares! ¡Terminando este trabajo, ninguno de nosotros tendrá que preocuparse por el dinero el resto de nuestras vidas!—¡Sin importar el costo! ¡Quien atrape primero a Diego se lleva la mayor parte!...Diego, estremecido, se aferraba a la agarradera sobre la ventana.Su rostro permanecía frío y sombrío, pero su corazón latía frenéticamente.Ana no conocía bien el terreno y sin navegación, conducía puramente por instinto.El sudor frío de Diego aumentaba cada vez más.—Señorita Vargas, yo le daré indica
Después de siete años de noviazgo y compromiso con Mateo Herrera, Ana Vargas decidió romper la promesa. Pasaron dos horas hasta que recibió una respuesta, en la que él insistía en hablar con ella en persona.La cafetería estaba muy fresca por el aire acondicionado, mientras afuera el sol se ponía y el cielo se oscurecía de forma gradual.Cada vez que cerraba los ojos, veía las impactantes imágenes de Mateo e Isabella Ramírez juntos. Mateo era su prometido, e Isabella, la hija biológica que los padres adoptivos de Ana acababan de encontrar. Mientras tanto, Ana estaba sola en el hospital, conectada a un suero para aliviar los dolores menstruales, cuando los descubrió abrazándose de manera íntima.¿Y quién era Mateo? Nada más y nada menos que el heredero de una de las familias más prestigiosas de Terraflor y presidente de Herrera Enterprises, un hombre cuyo tiempo era tan valioso que ella tenía que programar citas con semanas de anticipación.Sin embargo, ahora encontraba tiempo durante s
El repiqueteo de la lluvia se mezclaba con las palabras mientras Mateo sentía cómo su corazón se estrujaba al ver la figura decidida de Ana alejándose de él.—Perfecto Ana, ¡ya veremos si no te arrepientes! —murmuró entre dientes.Ana apenas vaciló antes de continuar su camino sin voltear. La lluvia arreciaba con fuerza mientras ella sujetaba vientre con una mano, tratando de aliviar el dolor, y con la otra intentaba conseguir transporte. Los minutos se convirtieron en media hora sin que ningún conductor aceptara su solicitud, hasta que tras cambiar de aplicación y subir la tarifa a cincuenta dólares, finalmente logró que alguien aceptara el viaje.Llevaba apenas cinco minutos esperando cuando su teléfono vibró con una llamada de Laura.—¿Es cierto que acabas de verte con Mateo? —le recriminó Laura.Ana se encogió ligeramente, masajeándose el estómago adolorido, y respondió con desprecio:—¿Y desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre con quién me veo?Desde que Isabella había re
Al día siguiente, la alta sociedad de Terraflor se reunió para la gran celebración. A tres horas del inicio de la fiesta, los invitados de los Herrera comenzaron a llegar en lujosos vehículos, lo que hacía que el único taxi de aplicación destacara de manera notoria, y las miradas se dirigieron rápidamente a Ana cuando descendió de él.—¿Qué está sucediendo? ¿Ana está tan mal que tiene que viajar en taxi? ¿Mateo no le mandó un auto? —murmuraban algunos curiosos.—Pobrecita, los Ramírez la echaron, y después de tantos años aún no logra casarse con un Herrera. Seguro ese compromiso está por romperse —comentaban otros.Ana entonces se vio rodeada de murmullos y miradas furtivas; algunas de lástima y otras de malicia. Sin embargo, los ignoró mientras avanzaba decidida hacia la habitación de Carlos. Al llegar, levantó la mano para tocar, pero una conversación al otro lado la detuvo.—Mateo, pronto tendrás tu propia familia, por lo tanto, debes ser más cuidadoso con tu comportamiento —decía e
—Lo siento muchísimo, no me fijé —se disculpó una voz femenina con evidente malicia.El vestido de Ana, que llegaba hasta los tobillos, ahora tenía un profundo rasgón en el muslo que dejaba ver su piel blanca. Al volverse, se encontró con una cara familiar: Paula, la hermana menor de Mateo. No era la primera vez que le hacía una jugarreta de ese tipo. En el pasado, por respeto a Mateo, Ana siempre había optado por callar, pero ahora... ¿qué importaba?Casi todos los presentes observaban la escena, asombrados, esperando que Ana hiciera el ridículo. Paula la miraba desafiante, pero cuando vio que Ana tomaba una copa de la mesa con tranquilidad, un mal presentimiento la invadió.Efectivamente, entre los gritos de Paula, Ana le derramó la bebida sobre su costoso y delicado vestido.—Disculpa, se me resbaló —dijo Ana con una sonrisa enigmática, arqueando una ceja.La audacia del gesto hizo que varios contuvieran el aliento por un momento.—¡Ana! ¿Estás loca? —gritó Paula.Era el cumpleaños
La declaración de Gabriel los sorprendió a los tres. ¿Desde cuándo era tan amable? Por lo que Mateo recordaba, su tío era un hombre frío y distante, siempre dedicado a la investigación científica en el extranjero, sin mostrar ni la más mínima cercanía con nadie. ¿Y ahora se ofrecía amablemente a llevar a Ana?Mateo frunció el ceño, sintiendo una inexplicable inquietud. —Tío, yo puedo llevarla.—Es el cumpleaños de Carlos y tienes muchas cosas que atender. No te preocupes —respondió Gabriel, alternando la mirada entre Mateo e Isabella, con una sonrisa burlona en los labios.Isabella se tensó, sintiéndose incómoda ante la presencia intimidante de aquel hombre. ¿Qué tan cercano era con Ana? No pudo evitar especular, aunque la envidia hacia Ana predominaba en ella.Ignorando por completo a la pareja, Gabriel abrió la puerta trasera del auto, mientras decía: —Señorita Vargas, por favor.A esas alturas, Ana no tenía razones para rechazarlo, por lo que se montó en el vehículo sin más. Mien