Capítulo 20
Al escucharlo, un destello de burla total brilló en los ojos de Ana. Sus manos se tensaron alrededor del tazón de porcelana hasta que sus venas se marcaron de manera visible en el dorso.

Para ser brutalmente honesta, Alejandro no era más que un simple perro faldero de Mateo - tenía malas intenciones, pero le faltaba valor. Lo que sucedió anoche nunca habría ocurrido sin el permiso tácito de Mateo. ¡Qué cruel había sido al tratar de vengarse por Isabella! Una ola de furia consumió a Ana por completo.

Mientras ella se hundía en ese torbellino de emociones, Gabriel se inclinó un poco para tomar el tazón de sus manos. —Señorita Vargas, si no desea hablar de ello, no tiene que hacerlo.

Sus palabras ayudaron a que Ana recuperara de forma gradual la calma. Sentada en la cama, comenzó a buscar apresurada su teléfono sin éxito. Gabriel, anticipando su intención, se lo entregó directamente - los guardaespaldas lo habían traído esta mañana junto con su respectivo informe.

Ana agradeció al instant
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