La pregunta de Fabiola dejó a Mateo en silencio por largo rato.
No fue hasta que ambos entraron al ascensor, uno tras otro, que Mateo respondió con voz serena.
—Yo e Isabella solo somos amigos.
Incluso antes, nunca había tenido la intención de casarse con Isabella.
Ahora, después de enterarse de aquello, era aún más imposible.
—¿Amigos?
Al escucharlo, Fabiola frunció profundamente el ceño.
—¿Realmente crees que tu relación con ella es de simples amigos?
Ella había presenciado varias veces cómo Mateo e Isabella interactuaban.
Sin importar cómo lo mirara, eso definitivamente no era el comportamiento propio de amigos.
Usando un término popular en internet, eso se llamaba ambigüedad.
Que Mateo estuviera tan cerca de otra mujer teniendo prometida, demostraba un problema en su conducta.
Con más de veinte años, ¿acaso no entendía las reglas implícitas de las relaciones?
Fabiola no creía que Mateo no lo supiera.
Claramente se hacía el tonto, disfrutando de esa sensación de ambigüedad.
¿Cómo ha