— He decidido que ya no voy a dividir gastos con Luis, yo me haré cargo de todos los gastos del hogar, y su dinero será para pagar las hipotecas de la casa y el coche, y lo que le sobre lo ahorrará para usarlo como regalo de boda cuando me pida matrimonio.
Milena hablaba con tanta convicción y seriedad que no había rastro de broma en sus palabras.
Ana sonrió forzadamente. — Qué lástima.
Milena: — ¿Eh?
Ana: — Qué lástima que no sea hombre, porque a una chica como tú la querría para mí sin dudarlo.
Milena sonrió tímidamente. — Ana, no te burles de mí.
Ana suspiró resignada. Vaya, el mal ya estaba demasiado avanzado.
Ya ni siquiera distinguía entre lo bueno y lo malo.
Ana había conocido a muchas personas como Milena: las que escuchaban consejos tenían buenos finales, las que no, terminaban llorando hasta quedarse ciegas.
En este momento, Milena estaba en un estado en que nada podía penetrar.
Sin algo contundente, ella no escucharía nada.
Ana bajó la mirada para buscar el chat con su detec