De una patada, Cyrus abrió la puerta de la habitación. Sus manos estaban sujetando a Stella por la cintura y la espalda, mientras su boca continuaba devorando la de ella. Las manos de Stella lo asían por la nuca y pequeños gemidos de placer se escapaban de su garganta y morían en la boca de él.
El placer y el deseo que se entrelazaban en su cuerpo y en su sistema en aquel momento, eran tan intensos que Stella no podía pensar en más nada que no fuera todo eso que Cyrus le hacía sentir. En ese instante, dentro de esas cuatro paredes, todo dejó de existir alrededor, especialmente el pasado. Lo único que importaba era ese presente, eran ella y él... amándose libremente, sin ataduras, sin miedos.
Cyrus llegó hasta el frente de la cama, dejó de besarla y la bajó al suelo, poniéndola en pie, de frente a él.
Se separó apenas un poco, para poder verla bien. Se miraron a los ojos, dejándose llevar por las emociones que se palpaban en el aire.
Los pechos de Stella se movían al compás de