Pensar en la competición de carreras de esta noche y en volver a ver a una Nati tan brillante la hizo feliz de nuevo.
Una vez cambiada, Carolina miró su celular y frunció un poco el ceño.
Antes, cuando enviaba mensajes a Nati, esta no tardaba en responderle.
Pero hoy había terminado de asearse y Nati aún no le había contestado.
¿Estaba enojada?
Pensando en ello, envió un mensaje a Natalia.
[Nati, ¿qué te pasa? ¿Estás enojada?].
[Nati, sabes que no quiero que mi madre me lleve al colegio, sabes que te prefiero a ti, no te enojes, ¿de acuerdo?].
Pasó un buen rato y Natalia seguía sin contestarle.
Rebeca se acercó a ella después de que hubiera recogido sus cosas: —Carol, ¿lo tienes todo ya? Es hora de bajar a desayunar.
Al no recibir respuesta de Natalia, Carolina se inquietó y ante la insistencia de Rebeca, dijo impaciente: —Ya lo sé, mamá, puedes callarte un rato, eres muy pesada, ¿lo sabes?
Después, resopló, tomó su mochila y bajó las escaleras.
Rebeca la miraba, siguiéndola sin decir