Dulce era dulce y linda, y su vestimenta era tan apropiada para su edad que cualquiera que la veía no podía evitar querer abrazarla y besarla.
Desde cualquier punto de vista, no era ni de lejos fea y asquerosa.
También creció con cumplidos.
Era la primera vez que alguien decía eso de ella.
Dulce soltó inmediatamente un gemido de tristeza y abrazó aún más a Rebeca.
Rebeca enseguida la consoló: —No, Dulce, no eres asquerosa en absoluto, al contrario, eres guapa y linda, ¿a que sí?
¡Dulce escuchó y su estado de ánimo mejoró! Pero antes de que dijera nada, Carolina sintió ganas de llorar ante que su madre seguía abrazando a esa niña y le decía que era guapa y linda: —Tú... ya no te quiero, ¡y ya no te quiero como mi mamá! —dijo, a punto de salir corriendo.
Rebeca la detuvo.
Rebeca no esperaba que dijera cosas tan feas.
Estaba enojada, pero no quería hacerla quedar mal regañándola en público.
La abrazó y la besó: —Bueno, no te enojes...
Carolina estaba muy enojada, pero cuando vio que Rebec