— ¡Vengan por mí! Necesito que me saquen de aquí inmediatamente o los perros de Adriano van a destrozarme — Vico dijo con voz urgida al hombre que lo escuchaba desde el otro lado de la llamada.
— Señor, estamos muy cerca, ¿Pudo hacer lo que se proponía?
Vico sonrió maliciosamente en la oscuridad y la espesura de la noche.
— ¡Más que eso, hombre, más que eso! Lo he dejado con una espina clavada en medio de los sesos que le quitará la tranquilidad y lo volverá loco, y luego cuando haga mi jugada él sabrá sin lugar a dudas que he sido yo.
— Entonces le fue muy bien, señor — El otro lo alabó con lisonjas.
— Yo no diría que bien, ¡Diría que me fue excelente! Ya verás que ese idiota me pagará todo lo que me debe y con intereses, y además, tal vez me quede con un bono de regalo.
— ¿Un bono de regalo?
— Sí, una muy sexi, con largas y hermosas piernas y una cabellera encendida en fuego mi amigo, ¡Es que me prendo de solo imaginármela en mi cama!
— ¿Y de dónde sacaría usted una belleza c