Capítulo XCI

Sopeso el entorno con las manos juntas. De fondo se ve la ciudad, tan lejana y a la vez tan cercana, que me encantaría recorrer de nuevo sus calles. Dejo caer la mochila sin dejar de pestañear. Hemos llegado. Me flaquean las rodillas.

Sé que ya entré a Berlín, mas no le puse la atención adecuada. No la analicé lo suficiente por estar enfocada en la misión del momento; solo eché vistazos, leves ojeadas a los transeúntes con ropas extravagantes, vampiros con sus esclavos tras su espalda. Eso me carcomió y decidí no revisar más por temor a sentirme peor que afligida. Y ahora, frente al descampado, me azota la ansiedad de ir hasta allá, fijar los ojos incluso sobre las paredes, en todo.

Paso saliva.

El descampado es como me lo imaginaba. Una extensión que bien puede abarcar a mil personas en ella, con una clase de casa parecid

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