Capítulo LXXXIII

Llegó lo que tanto esperábamos; la carta de Gabriel con el aviso de la guerra. Justo tres semanas antes de la fecha de mi cumpleaños. En ella se nos solicitaba en el descampado a las afueras de Berlín, en zona de campos y granjas. Citaron primero al concejo —incluyéndome— para formalizar las estrategias y jugadas. Todos estábamos nerviosos, sin procesar del todo las palabras escritas en puño y letra en el papel beige. Yo observaba a cada rastro los rostros conmocionados de los presentes, pálidos, haciendo lo posible para cooperar.

Tuvimos la presteza de calcular el tiempo en que llegaríamos a la ubicación. Dos semanas o menos si nos proponíamos no caminar, es decir, descansar o explorar para hallar comida, objetos, hierbas, lo que sea. Si un coche dura alrededor de dos horas con cincuenta minutos, ¿cuánto a pie?  Se consumen 51 horas de aquí a B

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