—Ethan Scott —
Una vez que nos despedimos de Bruno nos dirigimos a la oficina de papá, caminamos en silencio por el pasillo y al llegar golpeamos la puerta, pero no escuchamos un “adelante” así que solo entramos. Ahí se encontraban nuestros padres discutiendo, mientras Alma se moría de la risa.
—Cariño, Alma ya no es una niña y por lo que ves se sabe defender bastante bien.
—Pero ¿qué se ha creído ese idiota? Querer tomar a la fuerza a mi princesa, eso no se lo perdonaré.
—Ya papi, si te dije que lo hice papilla.
—Hola… —dice mi princesa para distender el ambiente.
—Hola Hijos, George.
—Mis tesoros.
—Golpeamos, pero nadie contestó.
—Perdón hijo, es que lo que nos acaba de contar Alma es muy grave.
—¡Yaaaa!— Exclaman las tres mujeres que están ya sentadas, en son de burla —Jajaja— y ahora se rien las muy condenadas.
—¿De verdad papá?
—Thomas lo quiere matar. Interrumpo la conversación.
—Pues yo lo secundo con gusto.
—¡Papá!
—¡Hija!
—Ya, Adam. Suficiente, es hora de organizar las cosas