Capítulo 41. Seré una buena madrastra
Olivia, al ver que Luciana se había apresurado a verla al hospital, dibujó una brillante sonrisa en su rostro. Todo indicaba que aquella parejita seguía con los mismos problemas de comunicación de siempre.
Y por lo que observaba, Maximiliano continuaba ocultándole cosas a su esposa, lo cual era excelente para ella. Mientras más secretos existieran entre ellos, más fácil sería lograr lo que tanto deseaba: separarlos para siempre.
Cuando notó la sonrisa de superioridad en el rostro de Luciana —esa misma que siempre la había hecho sentir menos—, Olivia no tardó en reaccionar y con un tono que intentaba sonar sereno, pero cargado de veneno, le dijo en forma de advertencia:
—Yo, en tu lugar, no me reiría... al menos no hasta que escuches bien lo que tengo que decirte. Porque lo que voy a contarte va a hacer que esa estúpida sonrisa desaparezca de tus labios en un segundo.
Pero parecía que Luciana no le creía en absoluto, ya que apenas Olivia terminó de hablar. Ella soltó una carcajada sarc