En ese momento, Luciana estaba anonadada y no sabía qué hacer. Se había quedado parada en el mismo sitio, sin entender cómo Maximiliano se había encontrado con su hija. ¿No le había dicho claramente que la esperara en el auto?

Estaba segura de que ahora su marido había notado el gran parecido entre ellos dos… ¿Y ahora qué iba a hacer?

Marcela, que estaba detrás de ella, de inmediato caminó hasta donde estaba Max junto a los niños, decidida a averiguar cuánto sabía. Al llegar, saludó a Maximiliano y luego le preguntó a su hijo qué había sucedido.

El pequeño Gael explicó que estaban jugando y que la niña se había caído, lastimándose una rodilla. Entonces, Marcela, sin perder tiempo, extendió los brazos para cargar a la niña y llevársela, pues no podía permitir que Max descubriera que, en ese momento, estaba cargando a su propia hija.

Ella, de inmediato, dijo:

—Ven, Lía, te llevo adentro. No molestes a Max.

Pero Lía no quería dejar los brazos de ese hombre tan guapo, al que le gustaría t