José Luis se levantó de donde estaba sentado y caminó fuera de la sala, hacia uno de los corredores laterales, en compañía de Andrés y la mujer, dejando allí a los demás. No pudo evitar sentir una gran opresión en el pecho. Como si una gigantesca mano le estrujará el corazón sin piedad, negándose a aceptar lo que sus ojos veían. Pues aceptarlo, sería reconocer su estrepitosa equivocación con Marcia y no podría vivir con eso.
—¿Qué clase de broma es esta? —preguntó en un hilo de voz, girándose hacia ellos, no pudo evitar la sensación de miedo y la garganta oprimida, porque en el fondo sabía que ella le estaba diciendo la verdad.
—Eso iba a decirte —susurró Andrés al ver a la mujer frente a él, deslizó su mirada por toda la figura de Marcela.
Sus ojos se posaron sobre el ligero y poco abultado vientre de Marcela Miranda, sus piernas casi fallaron al adivinar las razones por las cuales estaba así, aunque guardó silencio.
—No soy Marcia, ¡Soy Marcela su gemel