El sonidito de una aparto estrepitoso me despierta. Abro los ojos con
precaución y, cuando consigo enfocarlos en las luces del techo, me doycuenta de que estoy en el hospital. Arrugo un poco el entrecejo cuando la luzme ciega y, seguidamente, intento ver a mi alrededor. Miro la camilla de allado y no hay, momento en el que suspiro sin saber por qué. Muevo mi rostroen la otra dirección, encontrándome con un Joan despatarrado en la pequeñasilla del hospital, sujetando como puede su escandaloso cuerpo.Intento incorporarme un poco y, de repente, los recuerdos vienen a mícomo un torrente de furia. Siento un gran pinchazo en la parte trasera de micabeza, momento en el que soy consciente del gran golpe que me he tenidoque dar. Contemplo el resto de mi cuerpo, observando que no hay nada másgrave.Me levanto de la cama sin dificultad, para dirigirme al cuarto de baño.Necesito mojarme la cara por lo menos.Antes