No se como llegamos a esta situación, unos minutos más tarde me encontraba frente al furgón, en un callejón sin salida. Agradecí a Dios que el vehículo no hubiera arrancado, visualicé a los dos japoneses subiendo al furgón.
- Veo que estás dispuesto a cumplir tu amenaza - comentó irónico el japonés
- No fue una amenaza, sino una sentencia. - afirmó Mario mientras los dos hombres bajaban del vehículo. En el interior del vehículo la japonesa arrastraba a Mía hasta el centro del auto.
- Ven aquí! No querrás perderte el espectáculo? - Mía forcejeo con ella, en un leve impulso de no obedecerla, finalmente claudicó. Busco a Hugo, lo que vio no le tranquilizo en absoluto, Mario portaba una katana en su mano izquierda, y dos cuchillos en la derecha. Su cara estaba desencajada, tensa, en inexplicablemente transmitía una serenidad aterradora.
- Crees que me dan miedo las amenazas de un simple periodista? A ella no puedo matarla, pero a ti, para ti tengo carta libre para divertirme como yo qu