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Capítulo 2

—Acepto.

—Has tomado la mejor deci…

—Con condiciones.

Mi vida dependerá de esta mujer. Podrás ver ese elegante rostro en una sonrisa hogareña dando todo de si para hacer confiar a todos. Pero yo veo a través de sus ojos, dos flamas ardiendo en petulancia y algo más gris que se asoma por sus pupilas. Si voy a caer en su juego y convertirme en un peón mas, no seré el que se sacrifique a mitad del juego. Ella podrá ser el Rey, pero yo seré la Dama… dispuesta a ser reina.

Para jugar al caballo de Troya me temo que debo poner mis condiciones, unas en la que, si se desata la batalla, yo salga librada e impune de su argucia.

—No lo vi venir —Sonrió y dejo la copa de vino—. Supongo que es entendible y justo —Suspiro, podía notar su desilusión—. ¿Cuáles son tus condiciones?

—Aceptare tu generosidad —Recline la silla y entrelace mis dedos sobre mi estómago—, pero si en algún momento intentas cobrarme, yo decidiré si lo tomo o lo dejo.

—Jamás pasara.

Estaba convencida de eso, podía notar la confianza en su leguaje físico y verbal, pero nunca se sabe lo que puede pasar. Aprendí por las malas que las personas nunca son lo que dicen ser e incluso pueden llegar a ser grandes actrices.

—¿Y la segunda?

—Quiero ver a mi madre —Su rostro se ensombreció por unos segundos al escucharme, no volvió a sonreír, lo había dicho con tanta severidad, su mirada se perdió en la mesa—. Aceptalo, me necesitas —Apoye mis brazos en la mesa y me acerque con una sonrisa soberbia—. Yo te sirvo para el juicio y tú me ayudas a conseguir lo que quiero.

—¿Un título?

—Libertad —Ahora notaba el verdadero rostro de la diosa del hogar—. ¿Aceptas mis condiciones?

—No son nada extravagantes —Tomo el vino y le dio un sorbo—. Así que acepto, Moon.

—Isabella.

Deje la máscara de negocios, revelando cuanto me molestaba su actitud. Ya que no tenía nada más que hacer ahí, me levante de la silla y regrese por donde vine. Ocírroe me siguió en silencio, pero la tensión que quedó plasmada en el aire como marcador permanente, prevaleció, dejando a todos los presentes con el cabello de punta.

—Cuidate. La guerra acaba de comenzar.

La diosa del hogar, Hestia, podrá verse como una mujer amable y digna de ser llamada por su título, aunque nadie la conoce como lo he hecho hoy. En realidad, hay una Loba escondida en esa piel de ciervo. Venerando su pureza, cuando no tiene nada de blanco en su alma.

¿Todos piensan que mi único objetivo al venir aquí es conseguir un título de Diosa y robarme el olimpo? Sus expectativas conmigo parecen ser muy altas. No me sorprende que incluso se hayan inventado todo mi plan macabro cuando ni siquiera lo he pensado por mi cuenta. Ellos hacen lo que yo debo hacer, supuestamente.

Pobres dioses, se rompen la cabeza por algo inútil.

Cada día que paso en este lugar, me convenzo más y más que los dioses solo utilizan su poder para satisfacer sus propias necesidades, sus propios vicios y sus propias cualidades. Todo el mundo los venera y adora como si fueran las últimas personas en la tierra, pero nadie se da cuenta que solo son arrogantes y egoístas. Tienen más errores y defectos que los mismos humanos o el resto de las especies. Ningún ser puede ser perfecto. A pesar de ser como son, mi único plan aquí es salir libre, no quiero tener nada que ver con ellos. El día en que caigan, será por su propio peso.

Llegamos a mi alcoba, me deje caer sin delicadeza en el sofá que estaba en medio de la misma. Mi brazo cubrió mi rostro de la luz que se filtraba por las enormes ventanas. Me temo que mi cerebro se haya sobrecalentado hoy. Es difícil ser una traidora con un plan circulando en todo el cosmos sin mover un dedo.

—Ama Moon.

—Isabella.

—Señorita Isabella —Veo su nerviosismo flotando en el aire sin necesidad de descubrir mis ojos—… ¿Por qué hizo eso con la ama Hestia?

—Era la única manera de no caer en sus redes.

—Pero la Ama Hestia es generosa —Escuchando sus balbuceos me senté correctamente para ver lo ingenua que era—. Muchos de la ciudadela han sido ayudados por ella y nunca ha pedido algo a cambio. Es más, son las mismas personas quienes le entregan alguna fruta o vino como pago de su amabilidad. Y los dioses, ellos…

Me repugnó algo de aquella sórdida cualidad. Las personas de este lugar no ven más allá de acciones vacías. No se dan cuenta que cuanto más apoyas al depredador este tendrá más posibilidades de tragarte entero y sin esfuerzo. Hestia les ha mostrado con sus acciones que puede llegar a ser una gran diosa. Pero sé que tiene un plan escondido entre el tapete, tan sucio y retorcido como la mente que máquina.

—Tienes más siglos que yo ¿no? —Cruce mi pierna izquierda sobre la derecha— ¿Sabías de la corrupción en la antigua roma?

—¿Si? —Confusa intento contestar—. Se hablaba mucho de Julio Cesar cuando tomo el trono.

¡Oh! Uno de los ejemplos favoritos que utilizan para la corrupción de la política hoy en día en la tierra. Al menos es uno de los ejemplos que representaban mis profesores de Mitología. Serviría si esto fuera un ejemplo de robo y corrupción, pero no es el caso.

—Los delitos del guante blanco —Comente de mas—. Pero voy a las estafas en esos tiempos ¿Sabes quiénes eran los menesterosos? —Me coloqué de pie y camine al ventanal, no podías ver la ciudadela, pero si a los sirvientes que corrían de un lado a otro por el palacio de cristal, ella asintió en mi acto—. Ellos cometían fraude ¿Cómo? Fingían ser supervivientes de naufragios, veteranos tullidos en combate, enfermos de epilepsia o ciegos desvalidos para inspirar compasión y llevarse algo a la boca —Fruncí el ceño—. Entonces la religión exageró con la petición de limosnas para ingresar fondos —Gire en mi eje con una sonrisa de negocios— ¿Entiendes  a qué quiero llegar?

—¿Qué la ama Hestia no es como ellos y ayuda a quien lo necesita?

—¿Qué? ¡No! —Ahí se van mis expectativas, al caño—. Por los dioses no seas estúpida. Te lo dejo de tarea —Sacudí mi mano a la salida—. Ahora sal que quiero dormir el resto del día para no tener migraña por la discusión de los dioses mañana.

—Entiendo ama Mo- —Fulmine su rostro con mi mirada—… Isabella.

Salió de la alcoba. Ahora podía descansar sin tener que escuchar su voz chillona siendo una tonta.

—¿Traigo mi tarea mañana?

Salte en mi lugar al verla azotar la puerta, regresando. —¡Vete ya! —Se asustó y salió—. Por amor a… esa chica es mayor, pero actúa como adolescente humana.

No sé qué pensar de ella o el resto que son iguales a mi ninfa. A veces te ciega la actitud que tienen las personas para contigo, cuando las conoces desde tiempo atrás esa fina tela de seda te ciega. Mi ejemplo reflejaba esto. Haces un bien y pagas por ello. Las personas generosas no siempre lo son o lo fueron. Ver la anécdota de varios puntos nos muestra a las personas estúpidas, las astutas y las corruptas. Pero el punto en sí, es ver a personas que necesitan de ayuda, que parecen no romper un plato y acaban por verte la cara de ingenua o tonta. Tienes que entender que a veces no todos serán lo que dicen hacer o decir. El ser doble cara no siempre viene de personalidad, también de acciones y pensamientos.

Eso me recuerda a mi primer juicio, donde se presentó mi caso por traición y todos los dioses se pusieron al tanto de quien era y lo que haría en el olimpo si era perdonada por mi pecado.

Ese día había llegado lo más fachera posible. Ocírroe se lamentó en todo el camino por no haberme vestido como debería para la primera impresión de los dioses. Según sus palabras, ya que no tuve la decencia de arreglarme, era una clara falta de respeto, puesto que daba a entender que no me importaban los dioses. Cosa que es cierta y siguió sin importarme.

Soy la primera en la enorme sala de juicio. Hay doce sillas alrededor de todo el salón, la principal queda justo frente a la entrada, el trono de Zeus. Yo me encontraba en medio de todos ellos, apenas una mesa con grilletes y una silla de madera, no era de hierro u oro como los tronos de las 12 divinidades. El lugar no era más que una versión más lujosa de un museo. Miles de estatuas dedicadas a los dioses, una sala repleta solamente de autorretratos. También una sala dedicada especialmente para los objetos más valiosos de los dioses, como lo fue la cajita de pandora. A la sala solo un dios en específico puede asistir.

De repente una voz se escuchó por toda la sala. Pero la raíz de esa voz se encontraba tras mía en la entrada.

—¡Entra en sesión! ¡Zeus, Júpiter, el dios del trueno, el rey más poderoso de todos los dioses griegos! ¡Sus divinidades celestiales los 12 dioses olímpicos!

Un Sátiro, una especie que muchos ven por estos lugares, sobre todo cuidando de los ostentosos jardines de palacio.

Tras de mí, muchas presencias se empezaron a sentir, todas ellas fuertes y sofocantes. Doce personas de dos metros entraron elegantemente y con una actitud de superioridad. A comparación de todas las deidades que me recibieron el día de ayer, ellos eran los principales y más poderosos. Pero siento que falta alguien aquí.

—Se presenta el juicio contra Moon mitad diosa mitad Lýkos, hija de Selene la Diosa de la Luna e hija de Phatic Ioannidou, como traidora y líder de una rebelión futura —Dijo el sátiro al mismo tiempo que los dioses tomaban asiento—. En breve los hechos del caso.

Y los murmullos empezaron, se escucharon como las colmenas de las avispas.

—¿Hija de Phatic?

—¿Tuvo una hija con él?

—Crei que solo era Endimión su amante.

—Un medio hombre, no es una mujer completa.

—El oráculo no mintió…

No distinguía de quien era cada frase, pero me daba una idea por las miradas que recibía. No podía hacer nada más que estar sentada con las muñecas en los gritelletes, siendo retenida como si fuera el criminal más peligroso de la vida. Las palabras en si no me afectaban, era el pasado lo que me atormentaba cada que decían una estupidez. Creo que nunca me voltearon a ver para saber cómo era mi vida humana, al menos como lo fue.

Todo se volvió silencio cuando el padre de todos, se sentó justo frente a mí, con la mirada más lasciva que lograba obtener. Me observo con desdén.

—La traición de la acusada fue vista por los Oráculos —Ni siquiera traspiraron—, su llegada al olimpo traería la caída de los dioses. Hoy vemos a Moon, mitad diosa y mitad Lýkos ante sus antecesores siendo juzgada por tal crimen ¿Objeciones para continuar?

Yo tengo más de una. Pero no puedo hablar a menos que me sea permitida tal acción. Lo cual sería hasta que necesitaran mi versión de los hechos… quiero creer que este juicio será al menos justo.

—¡Padre Zeus! —Un chico castaño de ojos azules, guapo he de admitir, con una mandíbula cuadrada igual al padre de dioses, se levantó de la silla y me señalo con la maño–. Esto no tiene sentido, su crimen no se ha cometido.

—La semidiosa no ha pecado contra sus antecesores. —Se le sumo una mujer de cabellera rizada color caoba atada en un moño, cargaba una diadema como tiara, además que traía consigo un vestido amarillo que combinaba con el de sus ojos.

—Pero tiene el poder para ir contra nosotros.

Contradijo el hombre que supuse era Ares, su corte de cabello tipo militar color oscuro, ojos rojos y consigo cargaba la armadura del ejercito de Zeus. Era el más obvio en todo el lugar, eso y porque ya lo había visto y mi ninfa me dijo quine era. Pero estaba en contra mía, quiere decir que quería guerra. Contra mí.

—Debe ser juzgada por sus pensamientos. —Insistió la mujer de la diadema tiara.

—¿Preguntarle si nos quiere derrocar? Gran idea Artemisa.

El hombre del sarcasmo se parecía mucho a la diosa, ahora sabía cómo se llamaba. Ambos de cabellera rizada color caoba, con la diferencia que Dionisio poseía ojos color vino, algunos mechones rubios casi platinos. Ambos desbordaban algo de indiferencia hacia el otro y rencor.

—No tiene derecho a hablar en la presentación del caso.

—Las acciones de su vida nos dirán que piensa.

Las últimas dos personas en zanjar la pelea por mi manera de pensar fueron Poseidón y  Hera, en ese mismo orden. Ambos parecían más serios de lo normal. Podías notar la hostilidad de los dioses llenando la sala como si de humo negro se tratara. Todo quedo en silencio, esperando el seguimiento del caso contra mi por parte de Zeus, pero lo último que se dijo en esas dos horas de discusión por mis pensamiento fue…

—Moon mitad diosa mitad Lýkos, hija de Selene la Diosa de la Luna e hija de Phatic Ioannidou —El Sátiro que presentó a los dioses volvió, solo para dar un comunicado que el mismo Zeus había escrito y veía todo de manera relajada, casi con gusto—, se le considera pecadora de pensamiento. Mañana continuara el caso.

—¿¡Que!? —Los grilletes no importaron, así como los dioses se colocaron de pie para irse, yo también lo hice, al mismo tiempo, cosa que causo jadeos por todo el salón— ¡No puedes hacer esto Zeus! ¡Jamás pensé en levantarme en contra de ti! —Pero ignoro todo comentario mío, no le importe así que solo dio la espalda a todos y se fue en un rayo, dejando conmoción— ¡Zeus! ¡¡Maldito regresa!!

Tuve un castigo, cuidar de todos los jardines de palacio solo por haber insultado a un hombre que había sido insultado más veces por su esposa que por mí. Al menos a mí se me daba un castigo racional, pero Hera no tuvo la misma suerte otras veces.

Así fue mi primer día en el olimpo, gane un castigo, un premio por las maldiciones más dichas en un día que en un año por muchos de los dioses. También conocí a quien sería mi rival durante toda mi estadía. Afrodita, la mujer más toxica que puede existir en este mundo. Pero eso es historia para más adelante, por ahora, me debo enfocar en mi siguiente movimiento de mañana contra los dioses, ahora que tengo un defensor, podre decir y hacer lo que quiera en el juicio. De lo contrario, seguiría siendo solo una estatua en la sala.

Y como dijo Hestia, mi cabeza rodara en días.

[…]

Los cielos se veían despejados, las nubes eran puntos blancos a la distancia, desde el balcón de cuatro metros podrías escuchar las cascadas en los lados de Palacio, veías hacia abajo y solo te encontrabas con personas viviendo su día a día con normalidad, vestidos como en obra de teatro, riendo y pecando como cualquier otro mortal. Una bazofia muy bien encarnada en este mundo.

Apoyada en mis codos coloque mi cara entre mis manos, observando con un puchero todo lo mencionado anteriormente, por un instante me idealice siendo parte de ellos, por otro lado me imagine más allá del borde de este lugar, donde los mortales festejaban lo que llamamos: Navidad. Sentí nostalgia por mi antigua vida como por mis seres queridos, preguntándome como la deben estar pasando sin mí.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar a mis padres y las veces que festejamos esa fecha, solos los tres en el bosque en medio de una fogata, también… una fecha que hubiera deseado compartir con mi alma gemela y ya no puedo… no puedo tan siquiera ver como están.

Un ave paso volando cerca mío, pero se detuve en medio del vuelo y regreso a mí, posando sus patas y descansando  a mi lado en el barandal de cemento y piedra lisa. No desee prestarle atención, pero con forme se acercó hasta acariciar su cabeza en mi brazo, fue que le sonreí tristemente.

—Hola chiquito.

El ave parecía un pájaro carpintero por sus colores y tamaño, pero la forma de su pico era como la de un águila, no sabría decir que especie era, solo que era hermoso, el plumaje rojo de su cabeza le hacía resaltar los ojos negros y su pico anaranjado.

—¿Estás cansado? —Acaricie su cabeza—. Debe ser divertido allá afuera —Alce mi barbilla señalando fuera del palacio—. Eres libre, puedes elegir a donde quieras ir, sin importar que alguien… te atrape y te meta en una jaula —Creo que no me entendía, pero necesitaba a alguien con quien hablar, que no fuera estúpido—. Las jaulas son malas, alejate si vez una —Advertí, pero como era de esperarse no me entendió, solo inclino la cabeza—. No me veas así, hablo enserio, no dejes que te atrapen. Muy bonita puede ser tu jaula, pero sigue siendo eso… una prisión.

En lugar de poder subir mi ánimo para este día, acabo de bajármelo yo solita, no necesite de nadie que lo hiciera. Mi mente a veces puede ser estúpida, ahora entiendo que ni siquiera conmigo misma puedo hablar. El ave me dejo de lado, después de su descanso se acercó al borde y salto para abrir sus alas e iniciar el vuelo de nuevo. Fue lindo de ver.

—Sí, vete antes que alguien te atrape. Sigue tu propio destino.

A mi espalda se escucharon dos toques a la puerta, el rechinido por su abrir y la voz de la ninfa que siempre está conmigo. —Ama Isabella… es hora del juicio.

—Vámonos. Esta vez será diferente.

Gire en mis talones y pase de largo caminando fuera de la habitación, seguida de dos escoltas.

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