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Capítulo 3

De nuevo, en esta sala donde solo se habla y especula de lo que puedo o no hacer. En más de una ocasión han intentado incriminar a personas cercanas a mí, pero no se los he permitido. He peleado no solo por mi libertad, también por la vida de la familia que deje atrás.

Y aquí estoy, al lado de la diosa del fuego y el hogar. Los dioses se sorprendieron cuando la vieron entrar por las puertas conmigo, fueron rostros de sorpresa, excepto por uno que no mostro sentimiento alguno, Zeus. Para variar, la forma en que se dirigen a mí ahora no es igual, ahora que tengo un defensor de mi caso, todo se ha vuelto más serio. Se dirigen a mí como la acusada, no como la traidora. Esa es la poderosa aura de Hestia, lo que puede cambiar ahora.

Gracias a mi nueva defensa, hemos sido cambiados de salón. En el que nos encontramos es parecido a un tribunal, la enorme mesa que rodea el salón, dejando solo un espacio de tres metros donde se encuentra nuestra mesa con dos sillas -enormes, debo admitir-, que dan justo al frente contra los dioses. Mismos que parecen más coléricos e insultados por la diosa a mi lado. Mujer que no esperaban aquí, lo apuesto por la cara que contrajeron al verla aquí dentro conmigo.

Los asientos eran tronos tallados en Bronce y Plata, dependiendo del poder que poseía el dios, su asiento definía su estatus en este lugar. Pero al final de cuentas las decisiones son unánimes y se valoran por igual.

—Dime que no solo te quedaras callada esperando a que me sentencien como las últimas cinco veces.

—En esas veces cometías el error de abrir la boquita cuando no te lo permitían.

Odio cuando tiene razón. Además no la tenía a ella como defensora. Debo aclarar que no nos hemos vuelto cercanas, para nada, pero dentro de esta sala somos una, fuera de, otra. Los dioses escudriñan cada gesto de nosotras, como si fuéramos algún tipo de célula o átomo que cambiara si le quitas la mirada.

—Al menos podre insultarlo sin tener un castigo ¿No? —Sonrió de lado burlona —. ¡Yes!

—¡El oráculo nunca miente!

—¡Mal versar sus palabras es mentir para nosotros! —Desde hace rato han estado peleando sobre la verdad del oráculo, al menos intentan descifrarle para mayor claridad en lo que ocurrirá en el futuro conmigo—. ¿Te recuerdo a tu queridísima madre?

La diosa de la caza y la virginidad se fue contra el dios de la guerra, Ares, en ese momento. De entre todas las disputas que han ocurrido aquí, al menos el 20% de ellas son sobre mi caso, el resto son solo disputas entre ellos, siempre peleando por el pasado. Algo ridículo que solo deja más en claro para mí que los dioses son estúpidos y no merecen serlo.

—¡A mi madre no la metas!

Ares azoto las manos en la mesa, gruñendo a la mujer que tenía en frente a más de cuatro metros. Quizás esto se estaba volviendo problemático.

—¿Esto es parte de mi juicio? —Incline mi cabeza hacia Hestia, misma que no parecía perturbada por la discusión en frente nuestra—. Son problemas familiares, esto no viene al caso. —Mantuvo silencio observando.

Esa pelea siguió por varios minutos que fueron eternos para mí. Entre todos esos dioses a los que no he visto discutir son: Hefesto, Poseidón, Apolo, Hera y Zeus. El resto son niños inmaduros que se la pasan peleando hasta de como cae una m*****a hoja que no debía caer en ese momento. Totalmente estúpido.

—Estamos juzgando a Moon —Una voz profunda se escuchó sobre la discusión de los menores, girando mi cabeza me di cuenta que se trataba del rey del mar—, una semidiosa que aún no se ha ganado el derecho de ser parte de nosotros —No hacía falta insultarme para calmar las aguas—. Juzgaremos sus acciones conforme lo dictan nuestras leyes —El silencio que le siguió fue roto de nuevo por él—. Zeus debe proseguir.

No entendí lo último, ya que el dios de dioses solo asintió ante lo que dijo su hermano. Según me explico mi Ocírroe, las leyes de los dioses a veces son duras, pero en muchas ocasiones han sido blandas, sobre todo con los dioses. Cuando se desea incriminar a un dios, este puede salir con un leve castigo o impune. Como lo fue el juicio contra Ares por haber asesinado a Halirrotio, hijo de Poseidón, donde las leyes no fueron duras con él, ya que tenía un por qué.

El intento de violación contra su hija Alcipe fue suficiente como para dejarle libre.

No quiero ser hipócrita, pero de haber sido yo, hubiera hecho lo mismo. Alguien como Halirrotio merecía morir. Pero viéndolo desde otro ángulo, la mala vida de los dioses, sin fronteras, los ha llevado a esto. No tienen un límite de sus vidas para nada. A este paso habrá guerra entre ellos mismos.

—¿Puedo hablar ahora?

—No.

—¡Padre Zeus! —Ares arremetió contra la madera—. Como parte de los doce dioses principales, exijo que la acusada sea interrogada por la misma Alétheia para saber en realidad lo que piensa.

Mis ojos se encontraban abiertos de par en par. En un susurro pregunté. —¿Quién es?

—Es hija de Prometeo, fue hecha a mano por el mismo —Primeramente no me pareció algo malo ser interrogada por ella, Hestia lo noto—. Y es malo Isabella. Si ella te interroga serás como una muñeca a su merced. Ser hija de la verdad trajo problemas a los dioses al notar la contrariedad de sus métodos, porque al definir la verdad como Alétheia lo hace, se la distingue de otras teorías como son la de la correspondencia o la de la coherencia.

En pocas palabras, cualquier cosa que ella me preguntara al estar bajo poder, significa desnudar mi verdad ante ellos a su manera, ante sus métodos. Ya sea por cualquier, podrá utilizar una de sus dos teorías. Tomaría mi mundo a su favor o la realidad lógica que es por la que los dioses se basan. En cualquier caso saldría perdiendo, preguntaría la verdad que ya se, entonces respondería correctamente hundiéndome a mí misma.

Cayendo por mi propia boca, mi propia realidad. Lo que conozco.

—Eso es invasión a mi privacidad, es un delito federal.

Rodo sus ojos. —Las leyes humanas no aplican aquí.

—¿Puedo hablar ahora?

—No.

Enojada ahora cruce mis brazos en medio de un puchero y volví mi atención a la discusión que aún se libraba frente a nosotras.

—Estoy de acuerdo con Ares.

—Dionisio…

La diosa de la sabiduría y estrategia había dicho el nombre del dios del vino con desconsuelo, casi decepcionada de esas palabras dichas por Dionisio, ese dios que reemplazo a Hestia en este lugar.

—Zeus —En toda su fascinante grandeza, Hera giro su rostro al padre de dioses—. Nuestras leyes indican que los acusados solo pueden ser interrogados por Alétheia si carecen de sentido común o son renuentes a hablar. Este no es el caso.

—¡Zeus! —Hestia se colocó de pie en todo su esplendor, llamando la atención de los dioses en nuestra dirección, por un instante me sentí una hormiga. Las miradas de ellos pesaban como yunques de concreto—. Como defensora de la acusada Moon, mitad diosa y mitad Lýkos, pido el permiso para que mi acusada pueda expresarse de ahora en adelante.

La mirada azulada nos escudriño por varios segundos. Ese rostro de piedra sin expresión alguna mando escalofríos a rodo mi cuerpo, no de los buenos, la piel de mis brazos siguió erizándose cada vez más con forme escuchaba su profunda voz de villano.

—Concedido.

Hestia tomo asiento, empoderada como siempre, creo que le hacía competencia a Hera, misma que no paraba de mandarme miraditas misteriosas. El silencio volvió a reinar en el salón por varios minutos, hasta que el mismo sátiro de siempre se acercó al lado de Zeus con un pergamino, dictando con voz potente por toda la estadía, la nueva orden del juicio.

—La acusada responderá cinco preguntas, tres de esas serás dirigidas hacia su pensar, las restantes dos sobre sus acciones —Carraspeó dando una mirada al salón—. Dioses, pueden iniciar.

Hestia me indico que debía levantarme, me indico colocarme de pie en medio de todo este salón para ser interrogada. Me sentí como una plebeya siendo llevada ante el rey para ser sentenciada a mi muerte en la guillotina, se siente de la misma manera. Ahora recuerdo esos días en donde escapaba con mi padre por ser lo que era. Las personas nos creían brujos o seres malignos que llevaban consigo maldiciones. La razón de mi primera muerte.

El dios de las aguas, Poseidón. Hombre de altura tenebrosa, músculos prominentes, cabellera y barba larga hasta los hombros y pecho. Su piel broceada le hacía resaltar la barba grisácea. Pero sobre todo esos ojos verde musgo que taladraban mi como si fuera la madera de un pájaro carpintero. Intimido mi ser con solo unos segundos de su voz.

—Hija de la Luna.

—Isabella…

Mi susurro no importo, prosiguió con su pregunta. —¿Cuáles eran tus intenciones al entrar en el reino de los dioses?

—Ninguna —Ambas miradas chocaron, arrogancia y orgullo. Y no cedería—. Ni siquiera sabía cómo entrar.

—Pero tu poder divino despertó en tu lecho de muerte —Artemisa fue la siguiente en ponerse de pie—. Alguien tuvo que decirte que debías despertar el poder divino y morir para lograr…

Escucharla me hizo dudar de lo que sabía. Pero mi madre no pudo haber hecho todo esto. Sería incapaz. —Fue un accidente. No poseo el conocimiento de los dioses.

—¿La titán Luna no te lo dijo? —Volvió a preguntar.

Deje de lado cualquier pensamiento tonto que se apareciera en este momento. Debía estar enfocada en mi juicio. —¿Es otra pregunta? Se sabía diosa.

Quiso seguir hablando, pero cerró la boca y volvió a sentarse. La diosa de la caza no es alguien que posea prepotencia, lo notas en su forma de expresarse, pero no se sabe, nunca sabes que pasara con las personas que te rodean. La mayoría de estos dioses no me ha dirigido la palabra, solo visto de reojo como si fuera una m****a asquerosa que no desean enfrentar.

El siguiente en ponerse de pie fue el dios de los herreros, hombre robusto pero musculoso, podréis confundirlo con alguien obeso. Su piel estaba bronceada y llena de cicatrices por quemaduras y cortes, sobresalía uno de esa barba gruesa castaña del color de la madera recién mojada. Unos ojos cafés que poseían una mirada ambivalente, al menos es lo que supongo… y suponer las cosas no es algo que me convenga ahora. Su traje no era lujoso como el del resto, de hecho, traía su delantal de herrero consigo, además del atuendo normal que llevan los hombres.

—¿Cómo era tu vida mortal?

No imagine escuchar esa pregunta salir de su boca. Me sorprendió tanto que reí de manera sarcástica, algo que conmociono a algunos dioses, otros simplemente alzaron sus cejas, como algo indiferente.

—Solo diré que, era una mejor vida que esta y la primera —Descaradamente vire mis ojos—. Si me dieran a elegir entre mis dos linajes, me quedaría con mi parte mortal.

Hefesto no dijo o hizo algo más, simplemente volvió a sentarse dando espacio para que alguien más preguntara. Quien fue la diosa de la naturaleza, una mujer que tiene parte de mi respeto al no insultarme en cada reunión a la que he asistido desde que vine a este hermoso lugar. Y hablo de la diosa Deméter.

Sus ojos, a mi parecer, tenían un brillo maternal que mi madre siempre muestra al verme a mi angustiada o preocupada por mis estudios, a menudo eran por las bromas de mis antiguos compañeros, pero verla amarme y preocuparse por mí me daba la fuerza para seguir siendo fuerte. Fue algo parecido con mi padre, en mi primera vida. Y esa mujer que me clavaba sus ojos, la mirada, era idéntica.

—¿Sabías de la profecía?

Y eso mato toda emoción mía. Tuve que responder lo más altanera posible.

—La profecía que conozco esta distorsionada de la real. Mi destino en esa era simplemente salvar a los Licántropos de su propia destrucción. Nada más —Me adelante a cualquier preguntar—. Y si tu siguiente pregunta es si hare lo que dice el verdadero oráculo —Mi mirada barrio todo el espacio—, están equivocados. En cuanto salga sin pecado alguno de aquí, no verán guerra —Sonreí de lado—. No podré decir lo mismo si soy sentenciada por algo que no ha ocurrido y tampoco ha pasado por mi cabeza. Quien sea que haya tenido las agallas para matarme y traerme a este mundo —Toda emoción abandono mi rostro, deseaba venganza—, ha cometido un error. Su peor error fue mostrarme la realidad de mi existencia.

Quien sea la persona que planeo traerme a este mundo lo pagara muy caro. Gracias a ellos no pude defender a mi familia, no tengo la menor idea de lo que paso en la batalla contra los cazadores de Dimitri, solo espero que cuando regrese todos estén a salvo. También deseo rendir cuentas con el maldito demonio que me dejo morir, espero el también haya sufrido un poco en este tiempo.

Espere perdida en mis pensamientos por alguna pregunta más. Ni siquiera supe del silencio escabroso que se formó al soltar mi lengua. Hestia aclaro su garganta, dejando salir cuatro palabras.

—Les quedan dos preguntas.

Escuche el rechinar de un trono al moverse, además de la final tela rosando el suelo y las joyas en movimiento. Una voz melosa logro captar mi atención, dirigiendo mi mirada en esa dirección. Una mujer de brillante cabellera negra, hermosos ojos celestes y unos labios que expresaban una sonrisa prepotente, tanto, que imagine a una niña fresa. Aunque, en verdad hermosa. Con lengua de víbora, la mujer que ha buscado vengarse de cada conquista de su marido. Alguien que no soporta la traición y adora la fidelidad en el matrimonio, pero su esposo no se la ofrece.

La dolida, Hera.

—¿Estarías dispuesta a convertirte en una diosa completa?

Sonreía suavemente, pero era malicia lo que representaba. —Quiero regresar a mi hogar.

—¿Qué significa el mundo de los dioses para ti?

—No más preguntas —Estaba dispuesta a responder, pero Hestia interrumpió, dejando en claro que yo no respondería algo más. Quizás ella estaba viendo algo que yo no—. La sentencia del juicio de este día será decidida en breve.

Ya no soy más una chica que se deja mangonear al antojo de alguien más. Las malas experiencias de dos vidas llenas de  pura manipulación me han dado más experiencia de la que quisiera. Todo gracias a la persona que en verdad desearía destronar en este instante.

Gire en mis talones, camine de regreso a mi asiento, donde, mientras me inclinaba susurre un par de palabras a mi queridísima defensora. —¿Por qué lo has hecho? Tenía preparada mi línea para contestar.

—No es el momento —Acomodo su trasero en la silla de colchón con lana de oveja—. Si sabe antes que es lo que piensas de este lugar, sea bueno o malo, lo tomaran en tu contra Isabella —Incliné mi cabeza en un movimiento rápido y un puchero—. Así que, se paciente, llegara tu momento.

Dejando de hablar, el sátiro volvió con un pergamino en sus peludas manos. Aclaro la garganta y distendió el objeto para después dictar con voz potente y elocuente.

—Moon, mitad diosa y mitad Lýkos, ha sido declarada —Detuvo su testimonio, tartamudeo confundido—… eh, una disculpa —Observamos confundidos las acciones de la criatura, quien se acercó al padre de dioses para hablar en susurros indistinguibles—. Su divinidad… ¿sí? No, mis disculpas, si, comprendo —Suspiro nervioso y volvió al frente de todos, donde yo me encontraba minutos atrás. Retomo su lectura—… el juicio prevalece con la sentencia anterior. Se levanta la sesión.

Como si de una diva se tratara, giro y salió caminando como sin nada y sin explicar lo antes dicho. Todos en la sala nos quedamos confundidos, sobre todo yo. La mayoría de los dioses se veían calmados, pero quienes estaban en mi contra como ares, me observaban furiosos. Creo que hubieran deseado poder arrancarme la cabeza de un tirón.

—¿Qué acaba de pasar? —Pregunte nerviosa por sus miradas penetrantes.

—Zeus…

Hera se veía enojada, había dicho su nombre con rencor. Esta vez no le importaron las arrugas en su entrecejo, como lo fue con el resto. Giro arrastrando su vestido y salió de la sala a pasos agigantados, seguida de su hijo guerrero.

Algo me sabe mal.

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