Milán se acercó un poco más hacia la luz, el sonido de la mesa resonando suave sobre el mármol. Su voz, grave y envolvente, tenía esa cadencia que antes la hacía dudar, que le hacía pensar que podría haber sido alguien más en su vida. —¿Qué ocurre, Rous? —preguntó, con un gesto casi imperceptible de desconcierto—. No me mires así, como si no me reconocieras… como si fuera un extraño.
Ella tragó saliva, los labios entreabiertos, sin saber qué responder. El lugar ¡Un salón privado de un restaurante que olía a madera pulida y vino caro! Parecía girar a su alrededor. El reflejo de ambos en el ventanal mostraba una imagen imposible: dos almas que no deberían coincidir en el mismo tiempo. ¡Aunque ella jamás imagino que eso podría llegar a suceder!
Milán avanzó un poco más, la luz tenue acariciando su rostro. —Ni el peor sueño imagine con volver a verte… y ahora que estás aquí, estás… diferente. —Su tono se volvió más bajo, casi un murmullo cargado de deseo.
—¿Dónde quedó la mujer que me hac